Génova, un calvario para el PP de Andalucía
Acierta Juanma Moreno al intentar alejarse de la guerra fratricida del PP, pero la absurda deriva de Pablo Casado por ganar un liderazgo que no tiene ni tendrá trastoca su agenda política cara a las elecciones
Resultan encomiables los denodados esfuerzos de Pablo Casado y Teodoro García Egea para cargarse el PP. Nunca hasta ahora el líder de un partido había ... provocado tanto desbarajuste en tan poco tiempo. Fue Rodríguez Zapatero quien dijo aquello de que cualquiera puede llegar a ser presidente del Gobierno de España, incluso —y eso es aportación propia— gente como él, pero Casado se lo está tomando al pie de la letra, aunque para ello tenga que pasar por alto su evidente falta de méritos y capacidades y, lo que es más llamativo, arrasar con su propio partido. Alguien debería susurrarle al oído los riesgos de la carrera suicida que ha emprendido, aunque parece improbable que sea alguno de sus más directos colaboradores.
La primera pregunta que debería hacerse Casado es qué ha aportado al partido y al proyecto popular desde su llegada a la dirección del PP. Su bagaje se resume en armar líos donde no los había, confundir al electorado con sus vaivenes con Vox y Ciudadanos y ser incapaz de conformar un proyecto sólido que aglutine a los votantes de centro derecha en España. Ha dado siempre la sensación de digerir mal los liderazgos de Feijóo, Moreno Bonilla o Díaz Ayuso en vez de verlos como una oportunidad para alzarse a la presidencia del Gobierno frente a Pedro Sánchez. Y claro, así, la posibilidad de fortalecer un partido es mínima.
Cuando alguien tiene que hacer tantos esfuerzos, tantas maniobras, tanta fontanería y tantas estrategias para que se le reconozca su liderazgo es que tal liderazgo es imposible. Es entonces cuando la sensatez invita a cambiar o a irse. Casado vino a Andalucía a liarla, intentando imponer su criterio en los tiempos del congreso regional, pero ahí Moreno Bonilla y el propio Bendodo fueron hábiles, pacientes y mucho más inteligentes. Lo que ocurre es que en Madrid, con Díaz Ayuso, se ha encontrado con otro perfil y con una mujer que, al contrario de lo que ocurría en Andalucía, quiere plantarle cara consciente de su superioridad. Es como ver a un Miura frente a una vaquilla de festival.
¿Imaginan a Rajoy, Aznar, Zapatero o el propio Pedro Sánchez haciendo lo que está haciendo estos días Casado? Ni el miedo ni los celos pueden ser nunca las herramientas de un líder. Casado ha perdido la guerra de la opinión pública y dentro de su partido sólo ese miedo impide que la ola le pase por encima. La picadora de carne se ha puesto en marcha para intentar triturar a Díaz Ayuso con la inestimable colaboración de los bajos fondos del propio partido y de cierta prensa que ve en la presidenta de Madrid una presa fácil para, indirectamente, lograr otros objetivos. Estos días asistimos a una nueva muestra de la capacidad de muchos para deformar la realidad, para construir trincheras desde donde atacar al adversario, sin que importe qué se pierde o quiénes quedan heridos en ese fuego cruzado. Sólo importa engordar el interés propio y destruir al adversario.
Y, mientras tanto, Casado puede estar orgulloso de haber hecho saltar por los aires la agenda política de su partido en toda España. De hecho, ha comprometido bastante las estrategias de Juanma Moreno Bonilla con vistas a las elecciones en la que se juega renovar su mandado. El principal opositor al Gobierno de la Junta de Andalucía no están siendo ni el PSOE ni Vox, sino Casado y la dirección de Génova, empeñada hasta el ridículo en meter la cuchara en una olla que no es suya. La cuestión es la siguiente: ¿Qué puede hacer ahora Moreno Bonilla? Como no hay mal que por bien no venga, esta guerra civil le puede ayudar a prolongar, como siempre ha querido, la legislatura hasta final de año. La coyuntura económica y sanitaria, que en los próximos meses se calmará si la pandemia no vuelve a dar otro zarpazo en forma de ola, puede ayudarle a explicar los éxitos de su gestión. El riesgo está en cómo dejará Casado el partido y las consecuencias de esta deriva, que puede dejar fracturado no solo al PP sino a todo el bloque de centro derecha.
Quizá el primer mensaje que debería llegarle a Casado es que se olvide de Andalucía, como imagino que intentarán hacer también en Galicia o Castilla y León. Pero no parece que Casado capte ni las indirectas ni las directas. Quizá porque defiende, como Zapatero, que cualquiera puede llegar a ser presidente. Incluso una cabra, como decía Alfonso Guerra.
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