Fobia a la húngara en Torremolinos
VOLTAJE ·
Europa se sacude por una peligrosa oleada de odio y de fobia a la diversidadSe equivoca quien piense que los derechos adquiridos son irreversibles, o que los espacios de libertad que se han conquistado permanecerán siempre en su sitio. ... No es así, y el tiempo actual demuestra que sobre nuestro cielo de arcoíris hay nubes negras intentando amargarnos la vida mediante el odio. Cada vez se conocen más agresiones contra la libertad, y muchas de ellas se producen en grandes ciudades como Madrid o Barcelona, lugares que siempre han sido considerados 'espacios de libertad'.
Europa se sacude por una peligrosa oleada de odio. El gobierno de Orbán en Hungría ha aprobado una ley homófoba que se suma a las ya promulgadas en Polonia, donde más de cien municipios rechazan de manera abierta la diversidad sexual con la elaboración de 'zonas libres de ideología LGTBIQ', es decir, un mapa con lugares en los que homosexuales, transexuales y bisexuales no son bien recibidos. No son casos aislados: las iniciativas en estos dos países cuentan con el visto bueno de República Checa, Eslovenia, Rumanía y Bulgaria.
Las advertencias de la Unión no son suficientes, como tampoco lo son las firmas de manifiestos ni las palabras vacías. Votamos la Constitución Europea, menos avanzada que la española en cuestión de derechos y libertades, porque nos dijeron que así se podría asegurar la libertad y la convivencia en todos los países europeos. La UE debería suspender el voto en el Consejo a los socios que violen sus valores y, del mismo modo, amonestar de manera explícita y tantear la expulsión de cualquier gobierno homófobo por una vulneración clara de los valores del territorio común: eso es lo que la mayoría de los europeos están esperando.
Hablamos de países del viejo continente, pero para sentir el odio no hay que irse tan lejos; basta con coger el Portillo. Ayer, día del Orgullo, Torremolinos amaneció con pintadas que insultaban una campaña por la diversidad, justamente en un municipio caracterizado por su diversidad y con un consistorio que la promueve, y que no la oculta. Se trata de una minoría ruidosa a la que quizá le estemos dando demasiada importancia, pero hay que mantenerse siempre alerta. En la capital malagueña, por su parte, el alcalde Francisco de la Torre parece continuar en su empeño que la ciudad acoja una sede de la Universidad Católica de Murcia, una institución marcada por la LGTBfobia, y en cuya comunidad un partido nacionalista y populista se ha alzado con cotas de poder, como puede ocurrir muy pronto en nuestra comunidad. No hay que vivir con miedo, pero tampoco podemos mirar para otro lado. Hay que combatir el odio con visibilidad y con orgullo, que es lo contrario a la vergüenza.
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