Fitur y el brindis al sol
VOLTAJE ·
Fitur es un gran centro de negocios incrustado en un parque de atracciones donde no cabe la penaLas ferias nunca fueron el mejor escenario para la autocrítica y por eso cada edición de Fitur genera en torno a sí misma una explosión ... de ánimo espléndida: «Un chute», tal y como la ha descrito un alcalde de nuestra provincia en la Feria Internacional del Turismo, que vuelve después de un año en blanco, terrorífico para un sector que navega con la ilusión de que las cosas vuelvan a ser como antes. Sobra decir que este no es el momento de debatir si las cosas antes eran buenas o eran malas, o sin son mejorables con la experiencia de hoy, y mucho menos ahí, en la feria de un negocio enorme, que da trabajo a tantísima gente, y que ahora lo que más necesita es entusiasmo y la esperanza de la recuperación. Andalucía anunció que esperamos nueve millones de turistas para este verano y que serán casi 20 en todo el año. En 2019 fueron 30 millones de turistas en nuestra Comunidad. Sobre el pabellón de Ifema se ha levantado una coraza antiséptica por la que no caben pandemias ni crisis humanitarias ni nada que tenga que ver con las migraciones o con el mal rollo, por eso Torrox ha llegado este año con una campaña que luce el eslogan de 'Un brindis al sol', tan bueno que nada más verlo entran ganas de desplazarse a este hermoso municipio a que nos sirvan una copita de vino sin importarnos nada más.
Hay mucha creatividad en Fitur. En los últimos años se ha ido dejando atrás aquella imagen, tan desvirtuada como cierta, de frívolo macroevento que atraía la llegada de miles de concejales que venían de todas partes a presentar cosas, y un público tiritando de gratuito, de ítems que marcas e instituciones ofrecen con ilusión a unos posibles visitantes o clientes que no lo serán nunca. Ahora no tiene mucho que ver con esa experiencia pueril. La feria ha alcanzado, gracias al impulso de la tecnología y de las inversiones, un altísimo grado de sofisticación. Fitur es un gran centro de negocios incrustado en un parque de atracciones donde no cabe la pena. Pasearse por allí es sumergirse en un mundo de emociones con uno mismo orbitando sobre él, viviendo la vida como si fuera una continua experiencia disoluta (la vida muelle) o imaginándose en mil sitios distintos, pero siempre de vacaciones, con el desenfado del rico que está todo el año viviendo en países distintos en busca del buen tiempo, regalándose la posibilidad de pasar los 365 días del año en camisa de lino. Me pregunto si eso se puede hacer en Torrox, que tiene el mejor clima de Europa, para ir allí a por un brindis sin que importe nada más.
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