La exageración como sistema
Tanto en la hipérbole como en la ironía, existe una distancia entre lo que se dice mediante esos recursos estilísticos, y la realidad, por lo ... que para evitar malos entendidos y enfados, el oyente debe adaptar el mensaje, separando la exageración en la consiste la hipérbole de la realidad, así como distinguiendo lo que se dice con ironía con el objeto de expresar otra cosa usando la broma y el buen humor. Más allá de teorías que sustenten o maticen lo antes señalado, es evidente que el uso de estos recursos en la vida cotidiana puede ser saludable si tanto emisor como receptor están por la labor de no sacar las cosas de quicio. La ironía está vinculada, a mi juicio, con el buen humor, cooperador necesario de la risa, y bien usada, no daña a nadie sino al contrario, genera buen ambiente, salvo para los 'cara de palo' vocacionales que consideran una herejía las más mínima concesión a la relajación o al optimismo.
Sin embargo, la exageración desbocada no exige muchos recursos intelectuales, con el consiguiente riesgo de aglutinar a los que solo quieren escuchar lo que coincide con sus prejuicios. Si esto es malo en general, en la vida política es muy preocupante, ya que la legítima confrontación entre ideas se desplaza por el insulto puro y duro al adversario. Si a esto unimos las meteduras de pata, las salidas de tono y la notable flexibilidad de las posturas políticas (el lunes se dice una cosa y el viernes la contraria), el panorama está para salir corriendo. No vivo en un cristal y soy consciente que los partidos políticos necesitan el titular diario que los sitúe en una buena posición en la atención de los medios, pero eso es muy distinto a la sistemática sustitución de los argumentos, análisis y propuestas, por el socorrido expediente de machacar al adversario, convirtiéndolo directamente en enemigo. Injuriar no se puede confundir con decir la verdad (que es un deber moral) ni con adoptar formas contundentes que incluso puede llegar a molestar (lo propio del debate político), y la confrontación política no es una exquisita conversación académica, pero tampoco puede ser una batalla campal. Yo no me apunto a la neutralidad ideológica, tengo claro que el consenso social a ultranza es una quimera ya que en España hay distintas opciones y los votantes tenemos todo el derecho a aglutinarnos en torno a ellas en atención a nuestras ideas y opiniones, así como a defenderlas con ardor. Pero destrozar la dignidad de los adversarios políticos con expresiones insultantes y con el deliberado objetivo de dinamitar su honor, nada tiene que ver con la libertad ideológica y de expresión, al contrario, es el seguro camino para alejar a la ciudadanía de la política.
El estilo es la aptitud, ante los demás y también ante uno mismo, que permite reconocerte y ser reconocido por tus semejantes en atención a la forma en que los tratas La política debe estar impregnada de buen estilo, pero deviene en charlatanería artificial si no va acompañada de un buen fondo intelectual y de honestidad, laboriosidad y bondad. Hay múltiples ejemplos de que se puede ser un mamarracho con unos modales exquisitos.
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