Dispongo de aire
La norma general es evitar a la gente que da calor
El objetivo vital de miles de malagueños durante este fin de semana será no pasar más de 15 minutos al día a una intemperie que ... no sea en la noche, en la playa (lugar despreciable cuando se sobrepasan los 35 grados) o bien empapándose en cualquier líquido que no emane del propio cuerpo, véanse las pozas, las albercas, los charcos o esas enormes piscinas públicas que hay en los pueblos de interior y cuya entrada es barata para todo lo que allí se ofrece, o que tienen la fabulosa costumbre de cobrar por el acceso sólo a los que no son de allí, cosa que me parece estupenda que se haga para reivindicar precisamente la pertenencia a una comunidad, aunque sea la extranjera.
Estaba pensando en cosas frías porque ayer me llamaron por teléfono para avisarme de cómo de altas iban a ser las temperaturas de los próximos días. Que si había pasado un calor infernal a principios de semana, ni me podía ni imaginar la descomunal incandescencia que iba a caer mañana (hoy). A raíz de aquella llamada empecé a pensar en los planes de emergencia que se pueden adoptar para recibir en nuestras carnes ya calientes la enésima ola de calor, el último fenómeno extraordinario, producido además porque estamos obsesionados por señalar olas, borrascas, danas y frescuchos cuando en realidad saldría mucho más barato decir simplemente que estamos verano.
Recibir llamadas que me avisan de fenómenos meteorológicos, sociales y políticos de mayor o menor interés es una constante en mi vida. Esto se produce gracias a esos típicos amigos que funcionan como instituciones, y del mismo modo que la que me llamó ayer era la Agencia Estatal de Meteorología (la Aemet para los amigos), tengo uno de Madrid al que llamamos el Centro Dramático Nacional y otro de Málaga que es la DGT en persona. También hay colegas que son el DRAE, ex que están a medio camino entre cualquier ONG e Instituciones Penitenciarias y familiares clavados en su tarea al Tribunal Superior de Justicia.
Agradezco en cualquier caso que haya personas que me llaman por teléfono para avisarme de que hará calor, entre otras cosas porque eso me somete a un estado de alerta que me viene muy bien para lo mío. Lo que hice a partir de aquella llamada les sonará: adoptar medidas, algunas de las cuales (todo hay que decirlo) podrían parecer feas vistas desde fuera de la provincia de Málaga. Una de ellas es social y se basa en clasificar a los amigos en listas, por ejemplo, si en sus casas disponen de aire acondicionado o de piscina o de manguera o en definitiva de cualquier cosa que refresque. La norma general es evitar a la gente que da calor. También hay medidas económicas, algunas de ellas radicales y poco recomendables como la de dormir con el aire a tope y con el nórdico hasta la barbilla, afición que tiene la gente despreocupada y todos los que opinan que el frío es la temperatura del progreso.
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