Muy pocos son los que confían, a tenor de las encuestas e intuiciones, en que los resultados electorales de esta noche despejen el camino hacia ... un Gobierno de España sólido y con suficiente respaldo para guiar al país durante los próximos cuatro años. Es muy previsible que la aritmética parlamentaria deje el escenario lleno de incertidumbres y con la imperiosa necesidad de buscar acuerdos y pactos.
Los líderes de los principales partidos ya han dado muestras de su incapacidad para alcanzar acuerdos y, lo que es peor, han demostrado que han puesto sus animadversiones personales por encima de los intereses de España. Por ello, hay que estar preparados para un nuevo tiempo de bloqueo político. Lo que pide el cuerpo, y sobre todo el sentido común, es que, salvo sorpresa mayúscula esta jornada, los dos partidos que resulten más votados alcancen un gran acuerdo para sacar a este país de la situación actual en la que todos, absolutamente todos, tienen su parte de responsabilidad.
Pero es preciso tener algo en cuenta: no se puede pedir a ningún partido que se inmole en el proceso de negociación. Quiero decir con ello que para alcanzar acuerdos es preciso que todas las partes cedan e incluso, como llegó a decir Angela Merkel, alcancen pactos «dolorosos». Esta noche saldrá un partido ganador, pero no un vencedor de las elecciones, lo que implica asumir que no habrá ni vencedores ni vencidos.
Ya ocurrió en España hace un siglo con las crisis de 1917, cuando se intentó un gobierno de concentración, incluyendo incluso a la Liga Regionalista de Cataluña, para salvar una situación de extrema complejidad y peligrosas amenazas. También lo hicieron en Alemania con la gran coalición entre los socialdemócratas y los conservadores, que actualmente trabajan para renovar Olaf Scholz y la propia Merkel.
El gran dilema del 10-N es qué pasará el 11-N, porque es muy posible que ante la falta de mayorías suficientes (si finalmente es así y ningún bloque constitucionalista alcanza esos 176 escaños) el PSOE pueda pedirle al PP su abstención para llegar al Gobierno, pero que luego busque otros socios para ejercer la gobernabilidad, lo que dejaría a los populares en tierra de nadie y sin argumentos ni como socio del Gobierno ni como líder de la oposición.
Es por ello que el verdadero gesto político de Estado sería buscar una gran coalición de constitucionalistas, trasladada incluso a la configuración del Gobierno, para sacar a España de este bloqueo permanente, hacer frente a los nubarrones económicos que se avecinan, garantizar una acción conjunta en Cataluña para frenar el desafío secesionista y afrontar las reformas necesarias.
No es tan difícil, sólo es preciso tener sentido de Estado, responsabilidad institucional, generosidad política, visión y poner el interés general por delante de cualquier otro objetivo. Y luego, como dijo Merkel hace sólo una semana, sentirse «capaz de trabajar y dispuesta a trabajar».
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