Le ha dicho Andrea Duro (una de esas actrices jóvenes) a Arantza Furundarena que el romanticismo es tóxico, que habría que erradicarlo. ¿Por qué todo ... el mundo dice ahora tóxico? Parece que pagaran por utilizar el adjetivo. Es verdad que deletéreo, por ejemplo, sonaría raro, pero qué hartazgo de toxicidad. Lo del amor romántico. Pues esto es como querer que se erradiquen los rosales, que vengan sin espinas. Como las sandías y las uvas sin pepitas. Por suerte, el amor, romántico o loco, todavía no es obligatorio.
Carmen Calvo también sostiene que hay que acabar con el estereotipo del amor romántico, que es machismo encubierto. Y luego hay escritoras como Rachel Cusk (no sé qué le ven) que en 'Despojos' escribe que una feminista no debería casarse. Otra escritora, Jane Smiley ('Un amor cualquiera'), suelta que un matrimonio es horriblemente dramático. Es para troncharse que vengan a descubrir estas cosas, como si los matrimonios fueran instituciones secretas de las que no se supiera nada. Como las que descubren que eso de la maternidad no es lo que nos habían contado. ¿Pero vosotras en qué mundo vivís? Descubrir mundos conocidos, una fijación ridícula.
Han estrenado en Filmin una película finlandesa de Antti Jokinen llamada 'Helen' sobre la pintora Helene Schjerbeck (1862-1946). Se centra en una historia de amor que sale mal con un joven admirador que se casa con otra. La película es una preciosidad, casi una sucesión de cuadros, una iluminación de escándalo y la actriz (Laura Birn) es para ponerla en un altar. Vale que el tipo le sirve de muso, pero qué vida echada a perder por un amor no correspondido. Lo importante: ¿qué sería del cine sin el amor romántico? Aunque sea deletéreo.
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