Culo al sol
A la última ·
Me acuerdo de aquello que cantábamos de pequeñas: «Franco, Franco, que tiene el culo blanco porque su mujer lo lava con Ariel». El blanqueamiento del fascismo viene de lejos.En el colegio, por estas fechas que ya calientan el cuerpo y la cabeza, tomábamos el sol en el recreo. Con la falda remangada luciendo ... la pantorrilla, nos embadurnábamos de Nivea mezclada con mercromina y otros ungüentos del demonio mientras devorábamos el bocadillo. No sabíamos los efectos nocivos de los rayos UVA sobre aquella piel aún tersa, ni de los hidratos sobre nuestras caderas. O sí los sabíamos, pero no hacíamos caso alguno. Vivíamos al límite.
Después vinieron los madres mías, el factor de protección cincuenta y bajar a la playa con sombrilla y envuelta como una beduina. Arrepentidas y arrugadas, dejamos el bronceado torrefacto a Gunilla von Bismarck, Julio Iglesias y otros insignes practicantes de la carbonización para pasarnos al blanco lechoso. Y fue tal el furor por lo inmaculado que hasta intentaron convencernos de que nos blanqueáramos el ano. Me acuerdo de aquello que cantábamos de pequeñas: «Franco, Franco, que tiene el culo blanco porque su mujer lo lava con Ariel». El blanqueamiento del fascismo viene de lejos.
Ahora, a los que siguen poniendo la cara al sol hay que sumarles los que ponen el culo: la moda de blanquearse el ano ha sido sustituida por la de tostárselo. Te sube la energía, te aumenta la creatividad, te libra de los gérmenes y te regula las hormonas, dicen. Acabáramos. Menos mal que tamaña idiotez no se llevaba cuando iba al colegio, que a las monjas les hubiera dado un paparajote. Y que hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad, pero las tonterías van más rápido. Era lo que nos faltaba por ver: un ano como un Donut de chocolate. Nunca el nombre de Ojete Calor tuvo más sentido. Ni hemos estado tan cerca de la extinción por anocombustión.
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