Begoña Sánchez
El populismo es una promesa sin luna. Una mentira con escaño. El delirio del poderoso que amenaza la democracia. La política escénica con derecho de ... admisión. El verdugo de las libertades y los derechos con ropajes de víctima. La promesa del Narciso para seguirlo hasta Hamelin.
Pedro Sánchez acudió a la sesión de control en el Congreso de los Diputados esta pasada semana. Los españoles esperábamos que diera todo tipo de explicaciones sobre las actividades de su mujer por las que un juez admitió una querella contra ella hace semanas. Se limitó a afirmar en su intervención que su «mujer es una profesional honesta y responsable». Amén. Después desplegó todo el manual del nuevo populista europeo. No dudó en presentarse nuevamente a los ciudadanos como una víctima de la democracia. En Moncloa conocen perfectamente que adquiriendo la condición de víctima, la sociedad te otorga cierta inmunidad a la crítica e impone en el debate público la escucha obligatoria de tus excusas. Es el triple salto mortal del populismo. Fingiendo que la crítica al líder es un ataque a la democracia, convierte al más poderoso en el más indefenso y ahí obtiene un plus de comprensión a sus desvaríos. El mandatario populista no sólo debe presentarse como víctima entre los suyos, sino que debe encontrar enemigos externos que conviertan su política en una cruzada por el bien de la ciudadanía. Entonces señala a Milei y sus excesos, encuentra en Palestina una excusa para distanciarse de las democracias occidentales más desarrolladas, y comienza con su campaña para el parlamento europeo como adalid de la resistencia frente a la amenaza de la ultraderecha.
No importa que su minoría parlamentaria no le deje gobernar fuera del decreto y la Amnistía, con la retirada de sus presupuestos o la ley del suelo, junto con la derrota de su ley sobre la prostitución. Lo relevante para el líder populista no es tanto el gobernar como el ejercer el poder en primera persona. El populismo de Sánchez es una huida hacia delante permanente. Borra el pasado y hace señalamientos de futuro, poniendo como prioridad de su estrategia el control de los medios de comunicación y la Justicia. Su aspiración es la de vaciar a nuestra sociedad de los contrapesos de la democracia que revelan una realidad que es diferente a la pregonada por el populista.
La defensa que hace de su mujer la convierten en Begoña Sánchez, como ocurrió con Evita y su marido Juan Domingo Perón. Da igual que el juez denuncie «frecuentes e inusuales visitas personales» por parte del fiscal personado en su juzgado, porque seguro que en algún momento de la investigación escucharemos el conocido himno populista: «no llores por mí España».
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