Begoña Pantoja Gómez
Madrid es un verano de toga y purgantes
Madrid es un verano de toga y purgante. Banquillos silenciosos y agua en botella. El ruido de los furgones de policía y el silencio de ... los de afuera. Trajín de garajes y sirenas con más jefes que indios. Nadie quiere verla. Periodistas de franela en la Castellana con la valla puesta. Enlutada y con la melena suelta. Begoña Gómez en los juzgados de Plaza de Castilla poco dispuesta.
Ayer la señora de Pedro Sánchez estaba citada a declarar ante el juez instructor Juan Carlos Peinado por la causa que tiene abierta por una denuncia interpuesta en su juzgado. Estaba citada a las diez horas, iba a enfrentarse a un interrogatorio por presuntos delitos de tráfico de influencias y corrupción en los negocios. Sesenta minutos después, el juez acordaba la suspensión de la declaración, que ha quedado fijada para el 19 de julio a misma hora. El motivo es que no se le había notificado a la investigada el contenido de una querella admitida a trámite presentada por Hazte Oír, una de las acusaciones populares personadas. El magistrado antes de tomar esa decisión, tuvo tiempo para comunicarle a la investigada el alcance de las diligencias abiertas. También le hizo saber que rechazaba su petición de que se grabe solo el sonido de su declaración y no la imagen. Recibirá el mismo trato y las mismas garantías que cualquier investigado dentro de una sede judicial.
Uno ahora recuerda el marzo de la Pantoja con toda su pena a cuestas. De abrigo negro y gafas de sol puestas. El vía crucis de la tonadillera, con paseíllo y bronca fuera. Guardiaciviles con gorra y panza puesta. La España judicial de Torrente y Jorge Javier Vázquez a la palestra. Llegó al Juzgado de lo Penal número 5 de Málaga minutos antes de las diez de la mañana, completamente derrumbada y tentada por todo el público que vino a verla. Había intentado evitar por todos los medios verse de nuevo sentada en el banquillo de los acusados, pero ni sus esfuerzos por llegar a un acuerdo extrajudicial, ni los informes médicos y psicológicos que presentó al juzgado demostrando que no se encontraba en condiciones de declarar, dieron sus frutos. Se sintió como Antoñito el Camborio y las voces antiguas que la cercaban, voces de clavel varonil. No hubo piedad para la que debían quebrar como caña de maíz.
Begoña Pantoja Gómez es la mujer que ahora todos los zurdos se afanan en proteger. Del paladar seco del juzgado, del paseíllo de la vergüenza sin montera, del ruido de la prensa gamberra. No hay mujer que más atención en estos momentos merezca. Su verano será una novela por entregas con sabor a jirapliega.
Madrid es un verano de toga y purgantes
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