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Podremos resistirnos lo que queramos, negarnos una y otra vez y no compartir los análisis más agoreros, pero los hechos insisten y la eliminación de ... obstáculos legales, institucionales y de todo tipo sólo conducen al estado de cosas más temido. Ante la reciente reunión o ronda de Pedro Sánchez con los líderes de los partidos, excepto Vox -tal y como expuso el todavía presidente del Gobierno-, el líder de la Oposición, Alberto Núñez Feijóo, compareció para revelar sus impresiones y detalles del encuentro: Sánchez no hizo ninguna concreción, ni expuso planes específicos o planteamientos de conjunto, la cita sólo fue la certificación de que Pedro decide sólo y, por supuesto, sin Cortes Generales. Al final, Feijóo deslizaba: «entramos en una autocracia...»
La autocracia es un sistema de gobierno, de hecho, o de derecho, que concentra el poder en una sola figura, cuyas acciones y decisiones no están sujetas ni a restricciones legales externas -leyes aprobadas ad hoc para exculpar parientes o cercanos, indultos y amnistía-, ni a mecanismos regulativos de control -obligada comparecencia ante el Congreso de los Diputados para determinadas decisiones-. La monarquía absoluta y la dictadura son las dos principales formas históricas de autocracia. Pedro Sánchez no ganó las elecciones, pero sí la investidura en las Cortes apoyado por múltiples grupos políticos en una asociación impensable. La cohesión entre los diferentes - «coalición progresista», así denominada por los entornos presidenciales- ha ido disminuyendo a pasos agigantados, se pierde la mitad de las votaciones. Pues como dijo Pedro: «gobernaré, con o sin Poder Legislativo...»
Hasta aquí se han dado perlas de todo tipo, pactar con quien se dijo no hacerlo jamás, aprobar lo que siempre se negó que se aprobaría -indultos, amnistía, supresión de delitos concretos, allanamiento absoluto y personalísimo ante las pretensiones de Marruecos en asunto Sáhara, cesión (o delegación) de competencias exclusivas del estado expresamente negadas, cupo catalán...- Pero, de alguna manera -aunque no en todos los casos-, el Gobierno ha venido contando con una mayoría parlamentaria en el Congreso para respaldar sus actos equívocos, ahora se da un paso más, asumir compromisos o emprender el fruto de decisiones sin mayoría democrática. Lo admitamos o no, esto tiene nombre y reconocerlo es desagradable, pero obligado. Sánchez se siente jefe absoluto y no reconoce la legitimidad de los controles ni se conforma con la continuidad de los mismos, los límites son sólo los que él decide en cada momento.
Aumentar notablemente el gasto en materia de defensa en relación con el PIB sin debate ni aprobación en Cortes y sin mayoría, no hay mecanismo democrático que lo soporte, diseñen lo que diseñen los prestidigitadores de Moncloa. Gobernar sin apoyos y frente a las mayorías es la esencia de las dictaduras.
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