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Arreglo imposible

Editorial ·

Con la vicepresidencia y Cataluña, Sánchez se esfuerza en ocultar esas otras desavenencias –en materia económica y social– que explican el veto a Iglesias

Viernes, 19 de julio 2019, 08:48

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El candidato a la investidura, Pedro Sánchez, se mostró ayer taxativo al afirmar que no ve condiciones para que Pablo Iglesias forme parte de un ... Gobierno presidido por él, después de revelar que el 99,9% del tiempo empleado en sus últimas conversaciones había versado sobre cuestiones relativas a la composición de ese hipotético Ejecutivo, y no a su programa de acción. Las razones de Sánchez para tan explícito veto son, según sus palabras, las discrepancias que mantienen en cuanto al tratamiento de la crisis catalana, el hecho de que el líder de Podemos haya mostrado su intención de supervisar la actuación de Sánchez como presidente desde dentro del Gobierno de coalición, y su incapacidad para garantizar la cohesión territorial de la formación 'morada'. Motivos que se proyectan, en última instancia, sobre la propia idea de un Gobierno de coalición; puesto que tan insostenible sería la coexistencia descrita por Sánchez en el seno del gabinete, como la integración en él de personas de Unidas Podemos distintas a Iglesias, situándose éste en tareas de fiscalización externa y control parlamentario. Un Gobierno de coalición que es lo que ha respaldado, por otra parte, la consulta vinculante de Iglesias a las bases de Podemos. La desconfianza que Iglesias expresa respecto a la disposición del candidato socialista a cumplir los contenidos de un pacto programático es replicada con el mismo grado de recelo por parte de Sánchez. Porque, más allá de una sintonía compartida en términos ideológicos, afloran letras discrepantes entre PSOE y Unidas Podemos en torno a las grandes reformas que tiene pendientes nuestro país: en materia laboral, en cuanto al sistema de pensiones, sobre la transición ecológica, la digitalización y la productividad de la economía, o la calidad en la enseñanza. Sánchez recurre continuamente a la próxima sentencia del Tribunal Supremo sobre el 1-O para advertir de que, en ese momento, España deberá contar con un Gobierno sin fisuras, ante la eventualidad de que el independentismo reaccione tratando de desbordar los cauces constitucionales. Pero resulta cada día más evidente que cuando Sánchez y sus portavoces presentan como idílica la complicidad que mantuvieron con Unidas Podemos en los meses finales de la anterior legislatura, se esfuerzan en ocultar esas otras desavenencias –de política económica y social– que explican en el fondo el veto a Iglesias.

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