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Aparquen los experimentos

Tras años de parches, ocurrencias, lanzaderas y semanas de movilidad, el día a día del PTA es insufrible

Domingo, 14 de octubre 2018, 10:14

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Mientras Sevilla acaba de saber que Bruselas le concede cinco millones de euros para la bioclimatización de la isla de la Cartuja, en Málaga nadie ... sabe ni contesta sobre el dinero para solucionar -más allá de parches- los accesos al Parque Tecnológico, el infierno de cada día, sea verano o invierno. CartujaQanat, un proyecto bendecido por todas las administraciones, usará agua subterránea para enfriar el ambiente. En el PTA nada indica que sus 18.000 trabajadores se bajen de la blasfema cada mañana para hacer llevadero el calentón en el atasco. El tercer carril no es la solución definitiva, pero al menos si es un gran paso para los miles de sufridores de un maltrato viario que ni en el pleistoceno poligonero. Las ideas a medio plazo para mejorar los accesos -ampliación a un tercer carril por sentido en el último ramal, así como la rotonda final- están pero la licitación - tres millones- no llega. Mientras no había urnas a la vista se podía ser ingenuo y esperar que la lucidez de la Junta sorprendiera, pero del carrusel electoral sólo caben ya anuncios con envoltorio mitinero. El PTA lleva el camino del tranvía varado de Vélez, ese proyecto estrella que sólo sirve para el ir y venir de promesas incumplidas o para alquilarle los vagones a Sidney. Los problemas de Cartuja y del PTA -los primeros dos parques andaluces- no son comparables, pero van a dos velocidades. La isla urbana es a Sevilla lo que el PTA a Málaga, dos espacios de innovación, pero mientras la mejora lleva a la climatización inteligente, Campanillas sobrevive en la asfixia. El medio plazo para ampliar la carretera suena a otro experimento sobre los límites de la inacción, como si se esperara a esa lluvia milagrosa que da carpetazo a una larga sequía o le ahorra baldeos a Limasa. Los cincuenta meses de caos en el centro de Málaga por culpa de las obras del metro tienen al menos algún horizonte como placebo para soportar las molestias. En el PTA habita la incredulidad. Su previsión de crecer mira depende de la diligencia sevillana para salir del atasco a paso de carreta. Tras años de parches, ocurrencias, lanzaderas y semanas de movilidad el día a día se ha vuelto insufrible. Hay voluntad de una parte, pero los experimentos, como el reciente cambio de sentido para la calle Cristobalina Fernández en Campanillas, no dejan de ser una homeopatía municipal a falta de soluciones reales. El río de gasolina malgastado a diario, los accidentes por alcances -un clásico instalado ya en la autovía- y el océano de tiempo y estrés que cada día se despilfarra son razones sobradas para pisar el freno y actuar. Al espacio de la vanguardia tecnológica en Málaga se llega por un camino fracasado para el coche y el transporte colectivo del que las empresas y sus empleados quieren huir. Entre la parada final del metro en la UMA - Andalucía Tech- y el PTA hay un abismo de escasos kilómetros, un sueño de modernidad que solo tiene parada en los folletos.

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