El gato y el ratón
Mi año con la pandemia ·
«Hubo situaciones muy difíciles de presenciar que hasta pusieron a prueba nuestra ética profesional. He llegado incluso a bajar la cámara»La pandemia ha cambiado la manera de trabajar para los fotógrafos de prensa. Antes salíamos a la calle con una agenda programada. Esa costumbre ha ... desaparecido. Recuerdo la sensación, durante el confinamiento, de ir sin rumbo, guiado por el instinto que da la experiencia pero martilleado por la incertidumbre y el miedo al contagio. Durante muchos meses buscamos las imágenes que pudieran ilustrar las noticias que los compañeros de redacción consideraban importantes. Por eso resultaba imprescindible organizarse desde casa, pensar qué fotografías podían funcionar e ir directamente en su busca para evitar exponernos al virus más tiempo del imprescindible. Reconozco que temí traer el virus a casa y contagiar a mi familia, hasta el punto de que durante las primeras semanas llegué a dormir en otra habitación, comer solo y no compartir espacio con nadie. Nos sometimos a un aislamiento elegido por precaución, para cuidar de los nuestros sin faltar a nuestra obligación para que los lectores de SUR tuvieran acceso cada día, desde el papel o en sus ordenadores y teléfonos móviles, a las fotografías de una pandemia que mantuvo a medio mundo encerrado en casa y que vació las ciudades. Cada día me preguntaba: «¿Me habré contagiado?». Era como jugar al gato y al ratón.
Todas las entrevistas
Al principio nos impulsaba la adrenalina de vivir una situación totalmente nueva. Cada día descubríamos algo: primero, las mascarillas; luego, los equipos de protección; ver a la Unidad de Emergencia Militar en la calle; los aplausos de las ocho de la tarde en los hospitales; el desabastecimiento en los supermercados... Pero la alerta sanitaria y sus restricciones se prolongaron durante muchos meses y los contenidos empezaban a parecernos repetitivos, como si la creatividad se hubiera agotado de puro cansancio. Fue entonces cuando nos volcamos en la parte más emocional de este trabajo: imágenes en residencias, hospitales, centros de salud, cementerios... Fueron situaciones a menudo muy difíciles de presenciar que hasta pusieron a prueba nuestra ética profesional. Por eso he llegado incluso a bajar la cámara. No ha sido fácil, créanme, ser testigo de todo lo que ha ocurrido a pie de calle, de la angustia de tanta gente, del dolor de tantas familias.
Ahora parece que todo aquello ha quedado atrás y, con la perspectiva del tiempo, se ve empequeñecido. Pero es importante que no olvidemos todo lo que ha ocurrido, por mucho que nos hayamos acostumbrado a las mascarillas, a la distancia social, a la falta de contacto. Después de un año tengo la sensación de vivir un 'déjà vu' con esta tercera ola. Ha sido una oportunidad histórica hacer este trabajo, dejar documentada una pandemia que ha puesto el mundo patas arriba. Ahora soñamos con publicar la fotografía final de esta crisis, dar la noticia, por fin, de que todo ha terminado.
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