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Aguas y risas

Todos parecemos dispuestos a desatar una tormenta sobre el de enfrente

Pablo Aranda

Málaga

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Jueves, 1 de enero 1970

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Málaga era la única provincia española en alerta roja por lluvias y yo tendí la colada y la colada se secó. En las sucias redes, gente aburridísima criticaba con dureza las predicciones meteorológicas y a los periódicos que publicaban los pronósticos. En Alpandeire, donde los bellos castaños y la bella serranía y Fray Leopoldo, se batía la plusmarca histórica de precipitaciones en España. En Antequera se vivió el fin del mundo. La muerte antes de tiempo es el fin del mundo, aunque después el mundo parezca continuar y nos arrastre hacia la superficie. El jefe de predicción del Centro Meteorológico de Aemet va a jubilarse. Se llama Fausto Polvorinos y se estrenó en Málaga poco antes de las inundaciones de 1989. Asegura que lo que ha llovido en la provincia podría haber llovido en la capital y que eso habría sido el desastre total. Llegó antes del diluvio y se irá después del último diluvio. La lavadora es un invento revolucionario, la cuadratura del círculo. Diseño cuadrado, casi soviético, y bombo cilíndrico. Ojo de buey. Introduces la ropa sucia y la sacas limpia, aunque mojada. A los 6 años vi una película en la que un hombre ponía una lavadora, ciencia ficción de aquella época, ropa blanca y negra, como la película, sin rombos. En mi casa había una lavadora que comenzaba el programa en la cocina y cuando centrifugaba ya iba por el pasillo.

En media Europa tiran de secadoras que son unas lavadoras tristes que marean la ropa. Aquí tenemos el sol cuando lo tenemos y tenemos cordeles y pinzas. Un milagro cotidiano. El bombero muerto no pondrá nunca otra lavadora y Fausto Polvorinos subirá a la azotea a tender y se quedará mirando la ropa ondear, estudiando sin prisa cirros, cúmulos y estratos. El agua se ha llevado montes y a un hombre como una montaña. Las paredes de los baños árabes de Ronda. El fin de semana terminó con fuegos artificiales que parecían otra tormenta. No había nada que celebrar y una manada de gente indignada se lanzó de cabeza a las redes. Criticaban al alcalde y desde el Ayuntamiento emitieron un mensaje explicando que no tenía nada que ver ni con los fuegos ni con los permisos, pues se desarrollaron a bordo de un crucero, pero la tormenta de insultos continuó. En el Supremo se prepara otra gran tormenta con la rectificación del fallo de las hipotecas y el gobierno rectifica el objetivo de déficit y a la señora ministra se le escapa un 'chiqui' que ya le vale y aprovechan para afearle su acento. Pronto nosotros mismos acabaremos riéndonos de cómo hablamos. Como una nube densa cargada de arena del desierto que vertiese agua hacia arriba. Como un gran escupitajo que lanzásemos al cielo y al caer se trenzase con nuestra risa de divertidos indignados, empapados, mirando alrededor para encontrar un objetivo que nos permita no dejar de reír, el gran objeto de nuestras burlas, y descubrir que alguien te señala al reírse y entonces reírte más fuerte todavía, al ritmo de los truenos y que llueva la Virgen de la Cueva.

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