EL ADIÓS DE VILLALOBOS
Celia Villalobos anunció esta semana que abandonaba la política después de 33 años en primera línea y siempre haciéndose oír. Me repetiría si empezara a ... enunciar sus momentos estelares, uno de los cuales provocó que algún amigo me enviara al grupo de Whatsapp un audio con aquello de «¡Venga Manolooooo!». Ya lo han hecho muchos analistas y columnistas. Por ello intentaré centrarme en otros aspectos de su carrera que, por lo que respecta a Málaga, tuvo su mejor momento en su etapa como alcaldesa, en la que fue capaz de iniciar o culminar proyectos como el Paseo Marítimo de Poniente, el Palacio de Deportes, el Palacio de Ferias o la peatonalización de la calle Larios. Luego, tanto como alcaldesa como desde Madrid, colaboró en la presión política y ciudadana para que el AVE llegara a Málaga y rompió la disciplina de voto del PP sobre la ley del aborto o del matrimonio homosexual. Al margen de esto, lo que más me ha llamado la atención de la personalidad de Villalobos es que siempre ha peleado en un mundo de hombres -especialmente en el inicio de su carrera- con las mismas armas que los hombres. Y eso, precisamente, es lo que sacaba de quicio a muchos de ellos. En el análisis de Villalobos siempre ha habido y hay mucha misoginia y mucho machismo, porque a Villalobos y a muchas como ella -basta pensar a nivel local en Teresa Porras, por ejemplo- se les permite mucho menos que a los hombres y se les perdona también mucho menos. Ya se sabe que el columnismo patrio anda sobrado de misoginia y testosterona.
Si recolectásemos los errores, salidas de tono, broncas, siestas en el hemiciclo, payasadas, insultos y bravuconadas de sus señorías diputados hombres en el Congreso, nos daríamos cuenta de que las anécdotas protagonizadas por Villalobos se han juzgado de manera mucho más severa. No me quiero ni imaginar lo que ocurriría si el presidente cántabro Miguel Ángel Revilla fuese mujer; seguro que sus gracietas habrían sido ridiculizadas hasta el extremo.
Es evidente que Villalobos no es una santa, ni creo que en algún momento de su vida lo haya intentado ser. Tiene su dosis de ego y en la bronca política soterrada puede ser absolutamente despiadada con sus enemigos, por no recurrir a calificativos más gráficos. Y es verdad que la cercanía de su marido a Aznar y Rajoy pudo beneficiarla, pero ella siempre dio la cara, trabajó y se fajó en la pelea política, contra la oposición y también contra los suyos. Y en todo este contexto, siendo la época de Rato, Matas o Zaplana, siempre ha estado al margen de cualquier episodio corrupto. Lo cual es un dato, al menos, a tener en cuenta. Puede gustar más o menos, se puede estar más o menos de acuerdo con ella, se puede discrepar absolutamente con sus ideas y ademanes, pero lo honesto es enjuiciar y analizar su carrera política desde la igualdad, con las mismas reglas y exigencias que aplicamos a los políticos hombres. Y en este examen podríamos concluir que Villalobos, por lo que se refiere a Málaga por lo menos, logró una muy buena nota.
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