Ada Chanquete Colau
La mentira precede al odio. Requiere ideologías, escenarios y cómplices. Se disfraza de causa justa, cuando en realidad solo busca dinamitar la convivencia. Construye su ... relato falaz con el único afán de engañar y polarizar. La farsa de la flotilla autodenominada propalestina que ha finalizado su travesía por el Mediterráneo.
Este pasado jueves conocimos que el ejército israelí interceptó en el mar a la conocida como Global Sumud Flotilla, el grupo de embarcaciones que navegaba hacia Gaza con la excusa de llevar ayuda humanitaria. Las imágenes de las bodegas de algunos de sus veleros nos han mostrado que no hay ni rastro de esta supuesta ayuda material de la que iban a disfrutar los gazatíes. Resultaba poco creíble que hubiese espacio para algo más que los muchos víveres necesarios para una travesía de treinta días y treinta juergas para este numeroso grupo de activistas de la izquierda radical. Por documentos descubiertos en la Franja de Gaza, supimos hace unos días que esta flotilla con apariencia de ONG, obedecía los dictados de la Conferencia Popular para los Palestinos en el extranjero (PCPA en inglés), organización que funciona de facto como una embajada de Hamás. Islamismo y radicalismo de izquierdas de nuevo juntos, en este caso a bordo de cuarenta embarcaciones.
Entre los miembros españoles de la flotilla destacaban la exalcaldesa de Barcelona, Ada Colau, los etarras Itziar Moreno Martínez y José Javier Osés Carrasco, o la influencer Ana Alcalde, conocida como Barbie Gaza, que definió como bulo los atentados de Hamás del siete de octubre. Sus fines nunca fueron solidarios, sólo propagandísticos. Trataron de poner en aprietos a las mismas sociedades abiertas que permiten su protesta, socavando nuestra confianza en los valores liberales democrático que nos sostienen. Nada resulta tan rentable para quienes manejan los hilos del poder como un odio bien administrado. Divide, simplifica, moviliza. Construye identidades y arrasa matices. Y en su avance arrastra también a quienes, quizás, nunca quisieron odiar.
Todo el mundo se felicita de que la paz llegue a Oriente Medio después de un esfuerzo de entendimiento entre el mundo árabe y Occidente, pero ellos insisten en su discurso frentista. El odio nace de la pereza de pensar. Es denso y sólido, está hecho de cemento, de plomo y de nostalgia. No cabe en el corazón de cualquier persona; requiere un gran esfuerzo, incluso para sus profesionales.
El empecinamiento de la izquierda radical de permanecer en su particular Verano Azul, del que Ada Colau es «Chanquete», es su mayor condena. Se aferran a un barco que no puede navegar hacia ningún puerto real, solo hacia el arrecife de la irrelevancia. Su triunfo sería que les hiciéramos caso, que su odio se contagiara. La libertad es nuestro mar navegable.
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