ENTRE LO ABSURDO Y LO RAZONABLE
Carta del director ·
Los procesos de negociación para la constitución de las corporaciones municipales han permitido observar y comprobar anomalías en unas negociaciones marcadas, tristemente, por intereses que ... poco o nada tienen que ver con las necesidades de los pueblos y ciudades. ¿Tiene sentido que los pactos en los ayuntamientos estén dirigidos por las estrategias de cada partido en Madrid? ¿Es razonable que Sánchez, Casado, Rivera o Iglesias decidan quién y con quiénes? ¿Es éticamente aceptable que haya concejales que utilicen sus actas para su interés personal? Parece que el sentido común dice que no a cada una de estas preguntas. Y que lo esencial sería buscar lo mejor para las comunidades y no para los partidos.
Los ayuntamientos tienen, desde siempre, unas peculiaridades marcadas por las afinidades personales, que son las que suelen marcar los acuerdos.
En Málaga ha habido tres casos paradójicos, a falta de que se decida un cuarto: Torremolinos, Casabermeja, Arenas y Mijas (aún por constituirse).
El socialista José Ortiz es alcalde gracias a los apoyos de Adelante Torremolinos; de Lucía Cuín, expulsada de Vox después de las elecciones por acudir a un acto del Orgullo Gay y actual pareja (en este caso las relaciones íntimas sí son informativamente relevantes) de un concejal del PSOE, y del concejal de Por Mi Pueblo, partido presidido por el excalde y ex presidente del PP en la localidad, Pedro Fernández Montes, que desde su desalojo de la Alcaldía no ha pensado en otra cosa que en vengarse del PP y de Margarita del Cid. Y lo ha conseguido esta vez. Independientemente de quién y qué partido haya sido el beneficiado, en este caso José Ortiz y el PSOE, este sainete tiene difícil justificación.
Otro caso es el de Casabermeja, donde PSOE y PP se han unido para evitar la alcaldía de Izquierda Unida. El socialista José María García se convirtió en regidor al aceptar los votos del PP. La dirección del PSOE, muy digna ella, amenaza incluso con la expulsión de los concejales, a lo que ellos contestan diciendo que esperan que hagan lo mismo con Torremolinos.
En fin, como me decía ayer un importante jurista de Málaga, «uno no sabe nunca para qué y a favor de qué se utilizarán sus votos». Pues sí.
Y todo esto nos conduce irremediablemente a la conveniencia de una segunda vuelta en las elecciones municipales, con la que se lograría que el alcalde fuese el político con más apoyos de verdad y se evitarían los cambalaches.
Me imagino cómo estarían ayer los votantes de Vox en Torremolinos que dieron su respaldo a Cuín, la cual, expulsada o no, seguirá teniendo las mismas convicciones que le llevaron a presentarse por Vox. Y de la misma forma, cómo se habrán quedado los votantes socialistas de Arenas después de que la concejala Ángela Pérez haya impedido con su abstención la Alcadía de su propio partido para dársela al PP. Inaudito.
Pero aunque parezca mentira, ya ni siquiera nos extrañan estas componendas que acaban convirtiéndose en regalos envenenados para los beneficiados. Sea como fuera, ya, por fin, toca que se pongan a trabajar y que, aunque sea por un tiempo, se aparquen las trincheras políticas.
Y la sociedad civil debe concienciarse de la necesidad de ponerse también manos a la obra para, desde el sentido común, dirigir a sus representantes, exigirles y pedirles rendición de cuentas cuando sea preciso. Las elecciones no son un cheque en blanco para los políticos, sino una delegación de las decisiones y la extraordinaria responsabilidad de representar a la mayoría, tener en cuenta a las minorías y buscar el interés general. Veremos.
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