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Una vez Richard Gere salvó a una puta de ser puta. Antes la llevó a ver 'La traviata' en su avión privado de Los Ángeles a San Francisco. Es lo que hacen los ricos rumbosos. En 'Pretty woman' o en la vida. Richard Gere ahora ha ido al barco Open Arms como quien va al restaurante Quintín, a ver y dejarse ver. También llevó comida a los inmigrantes rescatados. Era como el Papa cuando lava los pies a los presos. Salvini ha propuesto al «generoso millonario» que se lleve a los inmigrantes en su avión y los acoja en sus casas. A Paul Johnson le hacían mucha gracia las feministas Camille Paglia y Julie Burchill cuando se peleaban. Burchill había dicho de Paglia que «no tenía sesos para pensar en cómo salir de un saco de papel mojado». Tiendo a pensar lo mismo de Salvini y Gere.

Sin olvidar que tras la inmigración y los refugiados hay un problema complejo, lo peor es el tratamiento demagógico de un lado y del otro. Oponer las bondades de Richard Gere y Amancio Ortega. Venga ya. Cómo no se va a rescatar a gente que se está ahogando o en peligro de hacerlo. Pero hay demasiada turbiedad. El otro día, un señor de Malí que vive en Marsella me decía que tiene un proyecto para dar a conocer en los países africanos cómo se vive en Europa. Es decir, cómo malvive tanta gente que ha venido a por una vida mejor. A él le reprochan que esté en Europa. Sí, admite, pero conoció a su mujer francesa en Malí. Roger Federer ha donado 12 millones de euros para construir 81 escuelas en Malawi. No hace falta mucho para ser partidaria de Federer, pero con esto nos gana también.

El ministro Ábalos dice que le molestan los «abanderados de la humanidad que no tienen que tomar nunca una decisión». Ya sabemos que en otro momento la tomaron a lo loco, para dejarse ver. Sin entrar en lo de favorecer a las mafias, estos del Open Arms creen que llevan el Arca de Noé.

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