La confusión del ‘brexit’
No hay claridad ni dirección estratégica por parte del país que anuncia la salida
josé maría de areilza
Domingo, 8 de enero 2017, 09:40
Una de las banderas de la primer ministro británica, Teresa May, es la no marcha atrás en la decisión de salir de la Unión Europea. ... Ella era partidaria de la permanencia, pero tras el batacazo de David Cameron en el referéndum del 23 de junio de 2016 entendió que para sobrevivir como nueva primera ministra sin pasar por las urnas debía ponerse a la cabeza de la manifestación antieuropea. Con la frase «brexit es brexit» ha intentado zanjar el asunto varias veces, pero la ruptura con la UE no es nada sencilla. En sí misma la operación entraña una grandísima complejidad política, jurídica y financiera. Nadie sabe en qué consiste pasar a ser un antiguo Estado miembro de la UE, que deja de aplicar las normas europeas y se convierte en Estado tercero respecto a su antigua Unión. El cálculo más aproximado del tiempo necesario para negociar la salida, la situación transitoria y un futuro acuerdo Reino Unido-EU es en torno a diez años, si todo va bien. Pero cada vez hay más voces en las instituciones europeas y en las capitales nacionales que no quieren poner fácil estas negociaciones a Londres, por el temor de que contagien todavía más el virus de la desintegración al continente.
Teresa May ha prometido que durante 2017 el Reino Unido notificará su decisión de salida y empezará a correr un plazo de dos años, una cuenta atrás diseñada para no alargar en exceso la despedida. Pero lo que más llama la atención seis meses después del referéndum es que la verdadera negociación es la que está teniendo lugar entre británicos. Por ahora no hay claridad alguna ni dirección estratégica por parte del país que anuncia la salida y pide establecer una relación estrecha con la UE. Los más ambiciosos piden que Bruselas acepte que el Reino Unido elija en qué políticas europeas seguir participando y con qué condiciones, es decir, hacerse un traje a medida. Por ejemplo, no estar sujetos a la justicia comunitaria, impedir la libre circulación de trabajadores pero seguir comerciando y prestando servicios financieros en toda la UE, pagando una cantidad al presupuesto europeo. Otras voces no quieren ni siquiera esta vinculación a la carta y proponen la ensoñación imperial de una Inglaterra espléndidamente aislada del continente, volcada en las inversiones y las finanzas globales. Hay también partidarios de buscar la manera de volver a votar, en referéndum y en el Parlamento, para revertir la decisión popular de desconexión. Lo más preocupante, según la seria advertencia del recién dimitido embajador ante la UE, sir Ivan Rogers, es el «pensamiento confuso» que reina y los argumentos sin base alguna de los probrexit, a los que no les importa ser percibidos como elefantes en una cacharrería. Es la consecuencia de haber dejado de escuchar a los expertos y elegido caminar por el laberinto de la posverdad.
Cátedra Jean Monnet-ESADE
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión