Hagamos caja
Lástima que Julián Muñoz se haya cruzado ante las cámaras el mismo día de la web como un emoticono bufón
José Vicente Astorga
Domingo, 3 de abril 2016, 10:13
La web para dar salida a los bienes malayos promete. Medio millón de visitas no son un 'share' despreciable el primer día al público de ... este insólito mercadillo virtual nacido en la Administración. Sin subasteros, atajos ni letra pequeña, el gran zoco queda abierto a todos los bolsillos para comprar una fusta a partir de 20 euros o un latifundio con capilla por 37 millones. Una cosa es el fiasco de la justicia 'papel cero' que se cobró a los pocos días la cabeza del jefe de informática del Ministerio de Justicia por embarcarse en quimeras y otra el empeño novedoso de este marketing digital para ajustar cuentas con el señor de Murcia, ahora que la responsabilidad civil lo va a dejar con una mano delante y otra detrás, como cuando llegó a Marbella para erigirse en samurai municipal. Nuestra justicia galdosiana tiene destellos 2.0, y no por casualidad, sino por el empeño de funcionarios concretos que ya se han jugado mucho en esta guerra y no quieren perder la última batalla para que todos hagamos caja. La imaginación es poder pero el poder de mejorar los métodos recaudatorios es algo que se resiste en el ámbito público. Lo robado volverá a la caja común como el ciclo natural para cerrar la tormenta perfecta, con sapos y culebras ya bajo el código penal. Lástima que Julián Muñoz se haya cruzado ante las cámaras el mismo día de la web como un emoticono bufón enseñando entre sollozos su permiso carcelario sin ofrecerse siquiera como guía ameno para presentar a los interesados el patrimonio mueble, inmueble y semoviente de Roca. Está pachucho y tampoco es cosa de pedirle penitencias ocurrentes nada más salir de Alhaurín, pero el trabajo de guía le haría mucho bien y debería hacérselo mirar. La excepcionalidad del caso Malaya es tanta que el presidente del tribunal y el fiscal anticorrupción llamaron a la prensa para avalar una web que debe servir también para filtrar inversores fetén del puro morbo por el botín. Y es que cada estamento de la Administración hace lo que puede por la eficacia, e incluso por la autosuficiencia. El Ejército, por ejemplo, acaba de sacar a concurso veinte hectáreas cultivables de la base aérea de Málaga. En ese todo por la patria, el cercano Benítez sigue desaparecido en combate, solo con llamadas a sí mismo del soldado Gila-De la Torre, mientras sus vecinos de la base dan la batalla para pagar con aguacates al menos el mantenimiento de las instalaciones donde algunos veteranos pilotos de la OTAN guardan recuerdos de un parking privilegiado a tiro de piedra de la burbujeante Costa del Sol. Que se cultivaran aguacates o almendros les parecería un exotismo colonial. Había que tener un recluta dentro para saber qué escondía aquella faceta agraria a cargo de individuos armados. En los primeros 80, la base cobró actualidad por los aguacates. El coronel tenía allí su propio cortijo. Ese era el gran secreto militar. Los reclutas cultivaban, le cepillaban el caballo blanco y reparaban coches a los jefes. Era cuando Sabor a Málaga tenía aliño de Macondo.
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