Custodios de la Navidad

La Navidad remite querámoslo o no al nacimiento de Jesús de Nazaret del que Ernst Bloch, filósofo marxista y ateo, nunca escatimó en elogios: «Un hombre bueno con todas las letras, en toda la extensión de la palabra, algo que no había ocurrido nunca», así lo defendía. Como credencial de la bondad del Nazareno exhibía el pensador su tendencia hacia abajo, es decir, su cercanía a la humanidad. Bloch dirá que los evangelistas Mateo y Lucas convocaron a todos al establo.

De hecho, el árbol genealógico reconstruido por Mateo y Lucas, únicos evangelistas que narran la infancia de Jesús, pretendía situar a Jesús como alguien solidario con quienes habitamos esta tierra. Deseaban destacar que el predicador entre gente humilde entró al mundo por la puerta de la pobreza. Y que su nacimiento se enraíza en la historia humana. La que está repleta de luces y sombras. Es más, los evangelistas se cuidan de constatar que fue anunciado a unos pastores: gente mal vista, con fama de asaltar a los peregrinos, de hacer chanchullos y permitir que sus ganados pastasen en propiedad ajena. Y por si fuese poco y no hubiese quedado claro el perfil del recién nacido, basta acercarse a conocer la familia del niño: gente sencilla y pobre. Por eso, llegados a este punto cabe advertir que no serán los azules, rojos, naranjas o violetas quienes recuperen la memoria y actualicen el nacimiento de Cristo. Ni se les pide ni espera. Tampoco sindicatos o asociaciones varias. Sino los cristianos. Éstos serán los custodios de la Navidad. Del sentido de la Natividad de Jesucristo. Ellos son hoy quienes con su autenticidad, ejemplo de vida y lo que digan recordarán qué se celebra en Navidad y qué consecuencias tiene.