Y eso es todo, amigos
Por unos días hasta parece posible la paz perpetua o el fin de la desigualdad, bajo las reglas del teatro
Teodoro León Gross
Viernes, 18 de diciembre 2015, 12:20
En una campaña, como en el teatro, la verdad debe aguardar a que caiga el telón, como dice Ionesco. En definitiva la campaña también es ... teatro. Y la realidad no aparecerá hasta que hoy a medianoche se apaguen los focos sobre los escenarios de la Grand Tournée electoral, ese circo itinerante lleno de espectáculo y fantasía donde casi nada es verdad. La palabrería grandilocuente, los programas de papel mojado, los discursos tremendistas, los insultos, los titulares apocalípticos, las promesas huecas. todo eso al fin se desvanecerá, tras invadir opresivamente el escenario, para dar paso a la realidad. En definitiva una campaña, como ironizaba George Eliot, es ese tiempo en que los zorros muestran un sincero interés por la vida de las gallinas. Una fábula de ficción. Por unos días hasta parece posible la paz perpetua o el fin de la desigualdad. Son las reglas del teatro.
Eso sí, en el teatro de la realidad hay un problema, y ahí coinciden todos los clásicos, desde Séneca a Oscar Wilde: la calidad del reparto suele ser deplorable. Es lo malo de la campaña teatral: malos actores. Rivera, el mirlo blanco de la oratoria, se desfondó en los debates, confundiendo el centro con ser a la vez de derechas y de izquierdas, un retroprogre; Iglesias pasó de asaltar el cielo a pedir paso amablemente por la alfombra roja de la socialdemocracia, con capa de cordero; Sánchez creyó que el aire de galán bastaba para interpretar con éxito al centinela del Estado del Bienestar; y Rajoy, un tipo del repertorio clásico, de pronto ha querido ser guay en los escenarios, y hasta encender una vitrocerámica con el comediante Bertín Osborne, demasiado para él. Un viejo político americano ironizaba diciendo «todos queremos votar al mejor hombre, pero nunca está entre los candidatos». No es raro que en el público predominen los indecisos.
En escena, el efectismo teatral se impone a la agenda real. La regeneración democrática, la reducción de la administración, el problema catalán que los dos grandes se resistieron a tratar en el debate, las competencias autonómicas, la ley electoral, la reforma constitucional. los debates esenciales han pasado de largo, y a cambio mandan las especulaciones bobas, como la Operación Menina para investir a Soraya; Rivera bajo el palio de la izquierda hasta la Moncloa; la pinza Iglesias-Rajoy para el 'sorpasso' de Podemos; el parentesco del agresor con Viri; la cazadora de cuero de la señora de Sánchez; House Water Watch Cooper; todo ese menudeo anecdótico de la campaña de vodevil que hace exclamar a Postman ¿pero de qué nos reímos y en qué momento dejamos de pensar? Eso sí, ya sólo queda apurar el último acto hasta caer esta noche el telón, y ahí acaba el teatro: las encuestas se convertirán en votos reales, los mamoneos tácticos en pactos reales, y las mentiras electorales en BOE. Por fin el mundo real.
That's all folks.
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