Excmo. Hipster del Gran Poder
No es que se le pida a cualquier impostor que tenga el encanto irresistible de Tom Ripley
Teodoro León Gross
Viernes, 11 de diciembre 2015, 12:03
La historia está llena de impostores maravillosos. Un tipo bárbaro fue Víctor Lustig, el hombre que vendió la Torre Eiffel. Hacia 1925, aprovechando que se ... especulaba con convertir el icono de la Expo en chatarra debido a los problemas de mantenimiento que impedía incluso darle una mano de pintura, él vio su oportunidad. Citó en el Crillon a siete contratistas con membrete oficial falsificado; y tras filtrarles la subasta, los llevó en una limusina para cerrar con el más frágil la operación. Eso sí que es ir a lo grande: ¡Vender la Torre Eiffel! Un impostor es fundamentalmente un artista de la suplantación; un ladrón de identidades. Javier Cercas dedicó 'El impostor' a Enric Marco, paladín del recuerdo del Holocausto, superviviente del campo de concentración de Flossenbürg, que fue desenmascarado en 2005 camino de su momento de gloria en Mauthausen: no había sido combatiente, ni siquiera un pequeño peón de la resistencia, de hecho no militó en el antifranquismo; sólo era un sindicalista gris que, en la orgía de las imposturas de las Transición, se inventó una vida que le llevó a ser presidente de Amicale Mauthausen. En el gremio hay tipos bárbaros, como Jean-Claude Romand, un falso médico acomodado que asesinó a toda su familia con tal de no sufrir la vergüenza de su vida inventada, como cuenta Emmanuel Carrère en El adversario; pero el impostor es más un pícaro, como el propietario del mítico Romanoff's de Beverly Hills en la edad de oro de Hollywood, un robaperas de New Jersey que mantuvo su parentesco con el zar incluso con invitados rusos aun sin saber una palabra del idioma, silenciándolos elegantemente con el ruego de hablar sólo inglés para honrar al país de acogida.
Los impostores suelen ser gente atractiva y audaz; y eso es precisamente lo malo del hipster del PP, ese rebelde con barba que Rajoy - en una fotografía de ambos- presentó el lunes en Twitter como simpatizante suyo: "Nos vota gente muy diferente, #TambiénLosHipsters. Confía en el @PPopular, #SinPrejuicios. Por ti. Por todos". A las pocas horas comenzó a circular por las redes que el hispter no era un cultureta alternativo de gustos vintage, sino un concejal del PP del pueblo de Pizarra, rociero con carnet de Nuevas Generaciones, cofrade vibrante, devoto de la Fuensanta y Santa María de la Purísima Cruz, entusiasta de los toros, feriante, romero siempre con botos y sombrero de ala ancha, y todo eso retratado en su Facebook. La farsa del hipster apenas duró un rato. Qué cosas. No es que se le pida a cualquier impostor que tenga el encanto irresistible de Tom Ripley, el mítico personaje de Patricia Highsmith, aquel falsario capaz de todo. pero, hombre, un mínimo de categoría impostora sí que hay que tener. Y para eso el requisito no sólo es la desvergüenza sino además un plus inteligencia. Se ve que en este caso sólo tenían una de las dos.
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