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«Ayer no estaba y eso es nada...»

El emocionante y emocionado ‘Ave María’ interpretado por Luis Pacetti en el ofertorio de la misa funeral de Pedro Aparicio. El puerto está de moda. Banderas y las Cuevas de Altamira

Pedro Luis Alonso

Domingo, 28 de septiembre 2014, 13:15

«Aquí estuvo. Eso es todo. Pero ayer no estaba y eso es nada». Hay frases que pasan a la historia. Ésta, de Manuel Alcántara ... refiriéndose a la ausencia de Pedro Aparicio a su prevista cita con él en un restaurante el jueves, día de su inesperada muerte, es una de ellas. Una frase digna de guardar en el copia y pega y utilizarla para cuando alguien querido o admirado nos deje, siempre citando su fuente claro está. La semana terminó de forma inesperada y el fallecimiento de Pedro Aparicio convulsionó a toda una ciudad, sorprendida e incrédula ante la fatal noticia: ¿Cómo es posible? Como todo en esta vida. Su funeral, que no velatorio, porque no lo quiso, fue una demostración de afecto y cariño multitudinario, pero... ¿Saben qué? Da pena que uno se tenga que morir para que se le reconozcan sus méritos. Vamos, que lo mucho y bueno que hizo Pedro Aparicio en su larga actividad política y pública estaba ahí, que no ha brotado de un día para otro. Ya he escrito muchas veces en estos mismos Horizontes que los homenajes hay que darlos en vida, sobre todo a quienes se lo merecen. Aunque no los quieran. Ramón Buxarrais no quiere homenajes ni calles, pero sabe que una vía de Málaga ya tiene su nombre. Aparicio no quiso tampoco homenajes, pero mereció en vida haber visto cómo se le ponía su nombre a una plaza o a una rotonda o cómo se erigía un busto suyo en algún punto de la ciudad. ¿Saben que Málaga es la capital europea con menos monumentos dedicados a sus hijos ilustres? ¿Es que un alcalde que está 16 años en el cargo al que llega por las urnas y lo abandona voluntariamente tras tres reelecciones por mayorías absoluta no merece un reconocimiento en vida? ¿Es que, igualmente, sus sucesores, alcaldes democráticamente elegidos, no merecen el reconocimiento de la ciudad que dirigieron y asistir ellos en vida a los mismos? ¿Por qué? No me vale eso de «lo estará viendo desde el infinito», porque hasta ahora no conozco a nadie que lo haya hecho. Coincido con Teodoro León Gross cuando el viernes en su articulo en SUR decía que éste es un país cainita. Pues aún más lo es Málaga, y eso ni es justo ni es bueno. Animo a los teóricos a estudiar este complejo fenómeno de tener que esperar a que alguien muera para que todos reconozcan unas virtudes que eran las mismas en vida...

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