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Selección de las mejores frases del debate. Virginia carrasco

El cisma entre Sánchez y Feijóo rebasa el punto de no retorno en un final crítico de la legislatura

El presidente se reafirma en las alianzas con los independentistas ante el ofrecimiento del líder del PP de un pacto de gobernabilidad

Martes, 6 de septiembre 2022, 20:38

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Fue un duelo poco equitativo. Cuando Pedro Sánchez accedió a celebrar el primer gran debate parlamentario del curso político para confrontar con Alberto Núñez Feijóo sobre propuestas para hacer frente a la crisis energética en el Senado, el único foro en el que el jefe de la oposición puede medirse con el presidente del Gobierno, lo hizo sabiendo que dispondría de una ventaja abrumadora: la capacidad para intervenir sin tiempo limitado frente a quince primeros minutos del líder del PP seguidos de una última réplica de otros cinco. Y la aprovechó sin miramiento con el propósito de desproveer al dirigente conservador, a la cabeza en las encuestas, del halo de moderación y solvencia con el que el pasado abril accedió al cargo.

Había, antes de la cita, pocas dudas sobre la inviabilidad de un gran acuerdo de país entre los dos grandes partidos, pero el rifirrafe entre los principales líder nacionales terminó de constatarlo pese a su común ejercicio teatral de mano tendida. Cuando Sánchez asumió la semana pasada la propuesta popular de reducir a un 5% el IVA del gas y este martes anunció que se aplicará la excepción ibérica a centrales de cogeneración, como venían pidiendo los conservadores, no lo hizo para atraer a Feijóo a su terreno; la prueba es que desdeñó la felicitación del popular. «Le pido que no se haga tantas ilusiones porque tambien los relojes parados aciertan dos veces al día», espetó. También cuando el presidente del PP lo retó, en un golpe de efecto, a romper con sus socios y apoyarse en la oposición para agotar la legislatura lo hizo sabiendo que ofrecía un caramelo envenenado.

Sánchez ya dejó claro en el debate sobre el estado de la nación de julio, tras las pasadas elecciones andaluzas, que su apuesta para intentar remontar el vuelo y llegar al final de su mandato sería un giro a la izquierda y el refuerzo de sus lazos con Unidas Podemos y el llamado bloque de investidura. Feijóo lo sabía y le forzó a hacerlo explícito convencido del daño que hace entre el electorado del centro la alianza con fuerzas como ERC o EHBildu. «Nunca seremos socios permanentes, pero siempre seremos socios de nuestro país», se ofreció. «No soy partidario de los llamados gobiernos de concentración –replicó el jefe del Ejecutivo– porque creo que es una fórmula peligrosa que anula la dialéctica que debe vivir en una democracia viva y que envía los descontentos fuera del sistema».

La propuesta del popular marcó, en todo caso, un punto de inflexión en un debate que desde Moncloa se había diseñado con un doble criterio: un discurso incial, de casi una hora, con tono presidenciable, pensado para infundir confianza a los ciudadanos pese a lo incierto de una situación política y económica pendiente de los designios de Vladímir Putin y su voluntad de emplear el gas como arma de guerra y, una segunda, de cuarenta y cinco minutos, al ataque, para «desenmascarar» al popular.

«Más pronto que tarde la inflación remitirá, los precios volverán a ser normales y los españoles recuperarán su poder adquisitivo», llegó a aseverar Sánchez en la primera parte de su actuación. «Existen incertidumbres con las que tendremos que operar, pero está muy claro qué va a hacer el Gobierno de España en los próximos meses y años: los salarios van a seguir subiendo porque los trabajadores merecen un pago justo por su esfuerzo, la productividad y competitividad van a continuar creciendo gracias a las transformaciones estructurales que estamos haciendo y el Estado de bienestar va a ser cada vez más fuerte», argumentó incluso, cargando en la orientación progresista de sus políticas.

«¿Insolvencia o mala fe?»

En la réplica, el tono cambió y el presidente fue enlazando una tras otra frases pronunciadas por Feijóo a lo largo de los últimos meses –la de que el Gobierno se está «forrando» con la recaudación extra que provoca la inflación o su error sobre la prima de riesgo situada en 250 puntos– para redondear con una coletilla reiterativa: «¿Es insolvencia o mala fe?». «Lo hemos puesto frente al espejo», se vanagloriaban después desde Moncloa.

Los populares se sienten, sin embargo, vencedores. «150 minutos contra 20 y salimos indemnes», argumentaban en los pasillos de la Cámara alta fuentes delpartido. «Cuando nos ha copiado tres medidas el mensaje de que no tenemos plan energético para este país queda desmontado». Lo cierto es que Sánchez no dejó palo sin tocar. E incluso introdujo en el debate asuntos que Feijóo ni siquiera había puesto sobre la mesa como las referencias a ETAcon las que la secretaria general del PP, Cuca Gamara, inició su intervención en el debate sobre el estado de la nación, en coincidencia con el aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco, o la situación de bloqueo del Poder Judicial.

El remate, en todo caso, fue la acusación de que el presidente del PP no es más que el títere del Ibex 35, en línea con su recién adquirido discurso contra los «poderosos». Lo que en algún momento pareció poder discurrir por los vericuetos de la mera propuesta política acabó así en un duro cruce de dardos personales.

Feijóo recibió como un insulto la vinculación con las grandes empresas. Sánchez se dolió de que, con una cita de Gabriel García Márquez, le atribuyera actitudes dictatoriales. «Las poderosas fuerzas a las que usted representa no quieren acuerdos con las fuerzas de izquierdas; no se fie que también le decían a Casado que sería presidente», dijo uno. «¿Cómo puede creer que le he llamado dictador –ironizó el otro– si un dictador es alguien que manda sobre todo un pueblo y usted no manda ni sobre todo su Gobierno?».

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