El Rey defiende en Cuba la democracia y los derechos humanos

El Rey, cuya visita se había enmarcado en la neutralidad política de un viaje cultural, dedicó una cuarta parte de su discurso frente a las personalidades de la isla a compartir «una lección segura» que no debió sentar nada bien entre el gobierno cubano: «La evolución, la adaptación y el cambio son inevitables», advirtió. «Nada queda congelado en el tiempo y quien se resiste a su paso pierde la oportunidad de colaborar en el diseño de ese futuro que ya está naciendo».

El espinoso tema de los derechos humanos con el que EE UU justifica el embargo apareció en boca de Felipe VI con todas las letras y una contundencia sin precedentes: «Es en democracia como mejor se representan y se defienden los derechos humanos», argumentó. Ni con China, ni con Arabia Saudí se había atrevido a compartir así las lecciones de democracia que ha aprendido España de la dictadura franquista. Al presidente cubano le advirtió desde el brindis con el que abrió la cena que es «necesaria la existencia de instituciones que representen a toda la realidad diversa y plural» de sus ciudadanos para que «puedan expresar por sí mismos sus preferencias» y «sus ideas».

Con un centenar de presos políticos, según distintas asociaciones de derechos humanos, que el gobierno Cubano niega, el mensaje de permitir «la libertad de asociación o de reunión» evocaba al de Barack Obama tres años atrás en otra visita histórica. Aquel tampoco cayó bien en Cuba, pero en ambos casos llegaba unido a la promesa de «generar oportunidades de mejora económica» en las que España quiere participar. Horas antes se había reunido con una selección de los principales empresarios españoles en la isla caribeña, que alberga ya a la tercer mayor comunidad en Latinoamérica, para los que pidió «un trato respetuoso y eficaz que exige reforzar las instalaciones y recursos humanos».

Poco acostumbrado a enfrentar este tipo de críticas frente a las cámaras, el gobierno cubano había pedido una cena privada sin discursos, pero España no transigió. Preparado para ello, Díaz-Canel contraatacó al defender la «evolución» de su sociedad a través de un camino «elegido por voluntad propia», dejó claro.

El duelo dialéctico entre ambos estuvo bañado por un cava real de Freixenet que facilitó las sonrisas y la diplomacia. En el marco del «respeto mutuo» que pidió Díaz Canel, el monarca español concedió que los cambios «no pueden ser impuestos», sino que «tienen que nacer de las dinámicas internas», aunque «es igualmente cierto que el cambio no traerá el bienestar prometido si no representa la voluntad ciudadana».

Por su parte, el mandatario cubano agradeció la cooperación española, «su fidelidad y compromiso» sobre todo en el ámbito regional de la UE donde España impulsa medidas contra el bloqueo estadounidense que estrangula la economía de la isla. Como dijo el Rey parafraseando a José Martí, el héroe de la independencia con el que la corona española se reconcilia en este viaje, la de Cuba fue «una guerra sin odio» que no dejó odio alguno entre los pueblos. El tiempo dirimirá si aquello fue tan verdad en 1898 como en 2019.