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Podemos se aferra a los pactos autonómicos para demostrar que la coalición sí es posible

La formación morada y el PSOE han superado a nivel regional sus diferencias y rivalidades por la izquierda para formar gobiernos conjuntos

Ander Azpiroz

Madrid

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Domingo, 25 de agosto 2019, 20:32

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La coalición que se da hasta en seis comunidades autónomas no es posible en el Gobierno central. La razón, sostiene el PSOE, es la profunda desconfianza que tiene en Podemos y las importantes diferencias que mantienen ambas formaciones de izquierda en asuntos de Estado. De entre esos últimos el más destacado es Cataluña, pero la disparidad de criterios ha salido también a la luz en la crisis migratoria del Open Arms y volvió a hacerlo este fin de semana. Mientras Pedro Sánchez cenaba este domingo con los mandatarios más poderosos del planeta en la reunión del G-7, fuera dirigentes podemistas se manifestaban contra el capitalismo salvaje.

Sea como fuere a nivel nacional, las dos principales fuerzas progresistas han sabido entenderse en Navarra, La Rioja, Aragón, Comunidad Valenciana, Islas Baleares y Canarias. Solo en Asturias PSOE y Podemos han sido incapaces de encontrar un punto en común, lo que no ha impedido tampoco un Ejecutivo socialista que tarde o temprano tendrá que pactar a su izquierda.

Pablo Iglesias sostiene que en todas las comunidades autónomas donde el PSOE no cuentan con mayoría absoluta –el 26-M solo la lograron en EXtremadura y Castilla-La Mancha– han tenido que aceptar, «como es lógico», gobiernos de coalición. «Alguien no puede pretender estando muy lejos de la mayoría absoluta tener todo el poder y todas las responsabilidades», criticó el martes en Antena 3. «Es mucho más sensato –añadió el líder podemista– hacer lo mismo que han hecho dirigentes socialistas que han ganado en sus comunidades autónomas, que es dialogar con otros y compartir responsabilidades»,

Las negociaciones para alcanzar los pactos han sido dispares en cuanto a la dificultad. En el caso balear, la presidenta Francina Armengol cerró el acuerdo a las primeras de cambio. Y es que la socialista es una de las dirigentes de su partido con menos temor a gobernar con fuerzas más a la izquierda y con los nacionalistas. Todo lo contrario que el aragonés Javier Lambán, adscrito a la corriente más centrista del PSOE. Aun así, Lambán ha logrado formar un cuatripartito que va desde Podemos al centroderechista Partido Aragonés, y al que para cuadrar el círculo apoya IUdesde fuera.

Lo más parecido a lo que sucede en torno al Gobierno central se ha vivido en La Rioja, con investidura fallida incluida. Pero, pese a las profundas diferencias entre la formación morada y la socialista en esta comunidad autónoma, esta semana se cerró un acuerdo que contempla una consejería para Podemos.

Hay otros dos casos que, aunque diferentes, sirven de munición a Podemos. En el País Vasco y Cantabría el PSOE es el socio minoritario de sendos Gobiernos de coalición con el PNV y el PRC de Miguel Ángel Revilla. En los dos lugares, los ganadores de las elecciones aceptaron sin reparon incluir a consejeros socialistas en sus Ejecutivos. El caso de Euskadi presenta otra singularidad. Y es que los socialistas llegaron a justificar el veto a Iglesias en el Consejo de Ministros con que su secretaria general, Idoia Mendia, no forma parte del Gobierno del nacionalista Iñigo Urkullu.

Papel secundario

Uno de los aspectos que ha facilitado los gobiernos de coalición autonómicos ha sido la humildad que, salvo en un primer momento en La Rioja, con la que Podemos ha encarado las negociaciones. En Aragón, donde cuenta con cinco diputados, los podemistas se han hecho cargo de la Consejería de Ciencia, Universidad y Sociedad del Conocimiento.

En el caso riojano pasó de pedir tres de las ochos consejerías del Gobierno a aceptar la de Participación, Derechos Humanos y Cooperación. Nada que ver con las aspiraciones de Pablo Iglesias en Madrid. En su última propuesta, trasladada el martes al PSOE y rechazada apenas tres horas después, Unidas Podemos reclama una Vicepresidencia social que ocuparía Irene Montero y tres carteras. Uno de los ministerios debería ser Trabajo o Transición Ecológica, dos materias clave de las que Sánchez, en ningún caso, se piensa deshacer.

¿Por qué en veinte países europeos y no en España?

Las coaliciones son la regla general a nivel de las comunidades autónomas, o casi. De hecho, Galicia (PP), Extremadura (PSOE) y Castilla-La Macha (PSOE), son las únicas regiones gobernadas por un Ejecutivo con mayoría absoluta.

Pero desde Podemos se recuerda, día sí y al otro también, que pactar y gobernar juntos es una práctica extendida en la mayoría de los países europeos, y que, por lo tanto, según los politólogos morados es una práctica que se adapta al panorama actual. «En la Unión Europea veinte países tienen gobiernos de coalición», recuerdan Pablo Iglesias y su círculo más próximo en cada ocasión que se les cuestiona sobre el Ejecutivo de cooperación –con apoyos externos en el Congreso–, que reclama el PSOE.

La cuestión radica en quién y cómo se pacta, sea la izquierda o la derecha. El modelo a seguir de Sánchez es el de su homólogo socialista Antonio Costa, que ha gobernado los últimos cuatro años Portugal con el apoyo externo del Bloco de Esquerda –hermanado a Podemos– y el ultra izquierdista Partido Comunista Portugués.

Es un modelo para la izquierda europea, pero Iglesias se niega a que su partido se quede fuera de juego o, lo que, es lo mismo, del Consejo de Ministros. «Ya tuvimos un Gobierno a la portuguesa cuando entregamos a cambio de nada un gobierno al PSOE a cambio de la moción de censura. La experiencia –añadió– fue mala, un gobierno tan débil que no pudo sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado».

El mensaje de Iglesias choca con la realidad de los gobiernos europeos. La mayoría son de coalición, sí. Pero no de izquierda. En Italia se acaba de romper uno entre los ultra de Liga de Matteo Salvini y los populistas del Movimiento 5 Estrellas. En Alemania se sostiene a duras penas una gran coalición entre conservadores y socialistas. En Austria habrá nuevos comicios tras la ruptura entre la derecha y la ultraderecha.

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