Un lugar para forjar nuevas oportunidades
El Centro de Inclusión para Personas Sin Hogar de Cruz Roja cierra su primer año de actividad con casi 200 usuarios. Algunos han conseguido su objetivo, otros siguen en la brecha. Así se vive su día a día
«Esto no es un centro de transeúntes, hay que desterrar esa idea. Es un centro de inclusión que Cruz Roja Acogió porque era un ... proyecto innovador (no hay otro similar en España) hasta para la propia entidad». Jacobo Wahnich arranca así su respuesta cuento se le pregunta por el balance del primer año de actividad del Centro de Inclusión de Personas sin Hogar de Cruz Roja en Marbella que ha supuesto, como él mismo reconoce, una herramienta innovadora en la atención integral a personas sin recursos. Por sus instalaciones de Huerta Los Guerra han pasado 177 personas (datos hasta el 23 de noviembre) de las que unas 90 han continuado en itinerancia, es decir, siguiendo cada una de las fases de atención que ofrecen los profesionales de este servicio sostenido con fondos del Ayuntamiento de Marbella, a los que la entidad arrima otros propios. Tal vez uno de los titulares más destacados sea la cifra de las 18 personas a las que se ha favorecido su inclusión. Pero la charla con estos profesionales deja otros mucho más impactantes y alejados de las frías estadísticas.
La propia filosofía del proyecto contempla una atención que va más allá de proporcionar comida, duchas o lavandería. «Lo que se persigue, y con esa idea se gestó el proyecto, es crear un espacio de confianza entre el profesional y el usuario. Con la cobertura básica, sí, pero también con talleres en los que se tratan diferentes aspectos como derechos humanos, control de impulsos, empatía, asertividad, con idea de que estas personas vayan, en primera instancia, mejorando como persona, porque muchos han perdido todo contacto con la sociedad», explica Luis Gámez Lomeña, ahora jubilado y voluntario de Cruz Roja. Durante casi cuatro décadas, profesional del área de Derechos Sociales del Ayuntamiento. «A partir de ahí se empieza a trabajar con la fase de inclusión laboral mediante itinerarios personalizados, porque el objetivo final es favorecer la inclusión social y laboral de estas personas. Este es un recurso novedoso, pero a largo plazo», explica. «Una alternativa a lo que había en la ciudad». Por ello lanza un mensaje a los políticos a los que pide una mayor «sensibilidad» frente a estas personas. «No se trata de llevárselos a otras ciudades, como se hizo aquí hace años, o de meterlos en guetos. Aquí llegan experiencias vitales fuertes, muchas de ellas consecuencia de la propia sociedad».
Acercarse al centro es comprobar cómo saltan por los aires algunos tópicos como que sólo personas con adicciones y que rechazan de entrada la inclusión social pasan por sus instalaciones. «Hay un aspecto que preocupa, y mucho, y es que cada vez llega gente más joven. Cada vez menos jóvenes tienen capacidad de tener una vida normal. No pueden acceder al mercado de trabajo ni al de la vivienda. Si no hay un colchón familiar detrás, todo se agrava. Vemos personas de menos de 35 años en situación de calle. Se está cronificando a jóvenes desde los 20 años. Para ellos no hay recursos», advierte Jacobo Wahnich poniendo sobre la mesa dónde vuelve a fallar el engranaje de la cadena para la inclusión de una persona. Ni trabajo ni vivienda, «e incluso tener trabajo tampoco garantiza que puedan pagarse dónde dormir», añade Luis Gámez, citando el caso de un usuario que consiguió un empleo en un establecimiento turístico de San Pedro y durante meses estuvo durmiendo en la Estación de Autobuses de Marbella y haciendo los trayectos de idas y venidas a pie.
El Centro de Inclusión de Cruz Roja en Marbella funciona como centro de día, con horario de 9.00 a 21.00 horas. Llegado el cierre, a muchos sólo les queda la calle. Uno de ellos es Agustín, de 56 años. No quiere decir su apellido y accede a ser fotografiado por SUR sólo de espaldas. Llega al centro pasadas las dos y media de la tarde. A las dos ha terminado su jornada laboral en un supermercado. El trabajo lo ha conseguido tras un curso en el Centro de Inclusión de Cruz Roja a donde acude a diario a comer, a asearse y a lavar su ropa. El contrato es por 15 días. «Eso no me va a dar para poder buscarme dónde dormir pero por algo se empieza». Mientras, seguirá durmiendo en la «casa en obras» donde lo lleva haciendo desde «hace tiempo». Su historia habla por todos aquellos que, como él, se quedaron en la estacada por la crisis. Llegó a Marbella en el año 2002 desde su Salamanca natal. Empezó a trabajar en la hostelería. «Ganaba dinero, 1.200 de sueldo y unos 600 o más de propinas». En 2009 se quedó en el paro. Ahí empezó el calvario de entrevistas de trabajo sin respuesta, de ayudas públicas que se acababan y de trabajos precarios. Dejó su piso y buscó una habitación. Hace un año, ya sin nada, llegó a Cruz Roja.
«Llegué aquí sin nada»
La de Carmen, de 50 años, es una historia de superación. Aterrizó en Marbella huyendo, cuenta, de un marido que la maltrataba. «No tenía absolutamente nada. Aquí me lo han dado todo», refiere sobre el centro de Cruz Roja, donde ha seguido el protocolo de formación y ha conseguido un contrato fijo en una empresa como auxiliar de Ayuda a Domicilio. Dormir bajo techo le cuesta los 300 euros al mes que paga por una habitación en un piso compartido. «Es una barbaridad».
El alto de precio de los alquileres es a día de hoy un obstáculo casi insalvable en la labor de este tipo de atención social. «Hay cosas a las que no podemos llegar. No tenemos en el centro una política de viviendas. ¿Colaboración ciudadana? La que quieran brindarnos», subraya el director del centro. «Si alguien quiere ofrecer un piso durante un tiempo nosotros podemos tutelarlo, pero tiene que surgir ese iniciativa de algún filántropo o filántropa. Permitiría que personas que pasan por el centro y consiguen un empleo tengan una adaptación, dos o tres meses, mientras ahorran y pueden pagarse un alquiler».
Marbella, ciudad turística de primer nivel, ve incrementarse el número de personas sin hogar «que se buscan la vida» cuando llega el verano. «En verano llega mucha gente de vacaciones, pero también otros muchos que intentan aprovechar para sacar algo de dinero y poder vivir», describe Wahnich. Es en esa época del año en la que, como otras ciudades, Marbella ofrece su cara más dura. «No hace falta ir a Ibiza para ver que hay gente que tiene que dormir en su coche, cuando va a trabajar por temporada, porque no le da para un alojamiento. Eso pasa también aquí».
Más cobertura
El Centro de Inclusión Social de Cruz Roja en Marbella viene atendiendo una media de 35-40 personas. En verano, apunta Jacobo Wahnich, se dispara con días en los que se supera el medio centenar. Reconocen los profesionales del centro que las previsiones han desbordado todas las expectativas. El equipo, integrado por un trabajador social, un educador social, y psicólogo y cuatro monitores (junto a los voluntarios) mantienen, en colaboración con la propia Administración local, un servicio que incorporará en 2019 nuevas coberturas. El nuevo convenio que se suscribirá con el Ayuntamiento eleva la subvención hasta los 380.000 euros para que también tenga cabida una nueva unidad de emergencia social de día, que utilizará un vehículo de Cruz Roja para trasladar hasta Huerta los Guerra a potenciales usuarios.
De noche, la labor de atención e información la desarrolla el equipo del programa Intemperie que desde el año 2005 trabaja en la ciudad de la mano de una veintena de voluntarios que llevan calor y comida a quienes duermen en la calle. «Desde las siete de la tarde empezamos a preparar la comida con un kit de cena que nos viene donando la escuela Les Roches», explica el referente del proyecto, Joaquín Velázquez. Este servicio atiende en cada salida a entre 35 y 40 personas. A todos se les informa de la existencia del centro de día. No todos acuden. Muchos sí. Buscan una nueva vida, diferente. Para algunos, como la de antes.
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