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Iván Gelibter
Sábado, 19 de julio 2014, 19:50
Hace apenas una semana la banda británica Crystal Fighters actuó en Málaga ante casi 12.000 personas dentro del marco del 101 Sun Festival. Unos días antes, en una entrevista a este mismo periódico, uno de los componentes, Gilbert Vierich, definía su música como una mezcla entre lo nuevo y lo antiguo, pero siempre con la esencia indie. Esa misma definición, aplicada a un garito en vez de a un grupo, se podría referir al nuevo Trifásico, en el que los propios Crystal suelen ser protagonistas en ciertos momentos de la noche. Situado en la calle Azucena, 2, en el antiguo BajoZero, este local terminó el pasado de viernes de cambiar une piel que era necesaria para la escena independiente de la capital de la Costa del Sol.
Fue ya hace algunos años cuando el Trifásico abrió sus puertas. Era entonces el centro de ese eje alternativo Beatas-Casapalma, pese a simplemente ser, a la práctica, un pasillo y una barra en el que probablemente los hypsters y gafapastas más reconocidos de hoy supieron por vez primera quiénes eran The Empire of the Sun, Supersubmarina o los propios Crystal Fighters. Un simple pasillo, sí, pero en el que confluía una cierta tribu urbana ahora muy consolidada. Cuna malagueña, también, de ese nuevo concepto de 'pinchadiscos', que prima más el gusto musical que la técnica. Las jornadas de poesía leída no hacían más que alimentar ese aire de intelectualidad musical, solo interrumpido para salir a por un 'piti' y, por supuesto, ligar. Ya fueras hombre o mujer, y te gustaran tanto hombres como mujeres. Quizá el ambiente indie puede llegar a ser tan efímero y artificial como cualquier otro, pero las escaleras del Trifásico "de toda la vida" eran sinceras cuando hablaban de música, adelantadas para una ciudad como Málaga.
Las cosas en estos últimos tiempos han cambiado. Ahora son más los bares que ofrecen una música muy visitada y un lugar en el que confluyen las barbas, los cortes de pelo degradados y los pitillos. Desde el nuevo Velvet en calle Comedias hasta el Drunk 'o Rama y su futbolín; pero faltaba el Trifásico. Aunque con una cierta actividad intermitente, estas últimas semanas el concepto comenzaba a aparecer en el local de calle Azucena, pero no fue hasta el pasado viernes cuando todo se hizo oficial. Convertido en un divertido dúplex, Trifásico ofrece ahora más espacio y mejor sonido. Se abre la posibilidad de realizar, "con el permiso de la evidente persecución municipal" -como comentan empresarios del sector-, conciertos en acústico, más lecturas de poesía, y actividades culturales y nocturnas para las que hay mucho público esperando. De las mejores cosas, sin duda, las caras que uno se encuentra al entrar. Detrás de la barra hay dos personas claves para lo que significa la idea indie en esta cuidad. Rubén, eterno camarero del viejo (y ahora del nuevo) Trifásico, y Marta, fundadora de la revista digital Modernícolas, publicación de referencia en cuanto a la agenda independiente de la capital que desgraciadamente cerraba su edición en estos pasados días. Dos caras que los dueños han puesto para continuar con la misma esencia en un nuevo lugar, en el que lo nuevo y lo (relativamente) viejo, animan a los que les gusta esa música a no dejar de ir cada viernes y cada sábado por la noche. Trifásico está de vuelta.
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