Hay dos clases de compradores de vino: los que saben lo que quieren y resuelven en minutos, y los demás. Un estudio realizado por Aldi ... y la Universidad de Oxford demuestra que los consumidores eligen en función del precio y de lo llamativo de la etiqueta. Por tanto, un vino que realmente no vale más de cinco euros puede aparentar valer 20 con la presentación adecuada. La imagen de un castillo francés o un schloss alemán, por ejemplo, tiene una alta calificación en la mente del comprador y logrará más ventas que el mismo vino con una presentación menos aparente. Los envases pesados y los corchos largos también echan leña al fuego.
El cliente medio que deambula por las estanterías es 'pasta' en manos de los técnicos de marketing. Las autoridades vitivinícolas australianas han captado el problema y los productores tendrán que obtener su aprobación para vinos destinados a la exportación. No es mala idea teniendo en cuenta los patéticos intentos de muchas bodegas de diseñar sus propias etiquetas, aunque hay estudios de diseño que hacen trabajos maravillosos. Las bebidas alcohólicas son, a nivel internacional, el único alimento cuyos ingredientes pueden faltar en la etiqueta. Pero ¿no sería bueno que en vez de la imagen hubiera algún dispositivo automático que nos ayudara a tomar la decisión correcta? Bueno, lo hay, y se conoce como código QR. Puede facilitarnos incluso el currículum del enólogo, y eventualmente todas las botellas lo llevarán en la contraetiqueta, dejando libre la etiqueta principal para cualquier ejercicio de fantasía artística.
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