La guerra entre el corcho y otras formas de cierre para las botellas de vino se ha venido librando durante décadas y no parece tener ... fin. Desde el punto de vista estético, incluso ecológico, el corcho merece triunfar, pero ahora hay otras muchas opciones: falso corcho fabricado con caña de azúcar, y otro tipo de tapones diseñados para dejar respirar el vino durante cierto tiempo. Los bosques de robles del sur de Portugal, proveedor del 50% del corcho que se vende en todo el mundo, no tendrían ya razón de ser si no fuera por la flora y fauna (incluido el alcornoque), porque aunque los grandes vinos seguirán usando tapones de corcho, las alternativas están ganando terreno. Las tácticas oscuras son frecuentes en una lucha a muerte, por lo que la Asociación Portuguesa del Corcho afirma que el valor de los vinos sellados con corcho es el doble que el de aquellos cerrados con tapones de rosca.
El mensaje tramposo encerrado en la afirmación consiste en que, si un productor quiere que sus vinos se vendan más caros, debería usar corcho. Absurdo. En la medida en que más bodegas utilicen tapones artificiales, el uso del corcho se reducirá hasta que solo abarque los vinos de mayor precio. Por tanto, a medio plazo será inevitable que los vinos con tapones de corcho sean los más caros. Los portugueses tratan de embaucarnos para que creamos que el corcho hace un buen vino igual que el forro de seda multiplica el valor de un traje, pero la realidad es que los buenos trajes llevan forros de seda y los buenos vinos suelen llevar corchos auténticos porque es parte de su naturaleza, y no al revés.
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