Alimentación milenaria
Muchos lo llaman un milagro. Otros, un auténtico disparate si se compara con la afamada dieta mediterránea. Lo cierto es que el ayuno intermitente, como ... muchas tendencias actuales, no es ninguna novedad. La innovación es escasa, al alcance de unos pocos, y este es un claro ejemplo.
Desde las civilizaciones egipcias y griegas hasta las tradiciones del Ramadán islámico y el Yom Kipur judío, pasando por los retiros budistas y la Cuaresma católica, el ayuno ha sido una constante en la historia humana. Las culturas milenarias lo han integrado como un acto de purificación y renovación, tanto corporal como espiritual.
Pero, ¿cuál es su verdadero propósito? La autofagia, un proceso de autorreparación celular que se activa tras varias horas sin alimento. El Premio Nobel de Medicina Yoshinori Ohsumi demostró que 16 horas de ayuno pueden aumentar la autofagia hasta un 300 por ciento, mientras que periodos de 24 o 48 horas pueden renovar hasta el 25 por ciento de nuestras células inmunes. Los efectos son numerosos: reducción del estrés oxidativo, prevención de enfermedades y, sobre todo, una posible mejora en la longevidad. Vivir más y mejor, el deseo universal.
El ayuno no solo es dejar de comer. También es un periodo de reflexión. En un mundo de ritmo frenético, detenernos a reconsiderar nuestros hábitos alimenticios es una necesidad. Los expertos coinciden en que la alimentación debe ser variada, con un consumo moderado de carnes, una mayor presencia de legumbres como fuente de proteínas e, incluso, un toque de felicidad: los garbanzos, por ejemplo, ricos en triptófano, pueden contribuir a nuestro bienestar emocional.
La excusa de la falta de tiempo para recurrir a la comida rápida está quedando atrás. ¿Por qué no detenernos, reflexionar y darle una oportunidad a esta práctica ancestral? Si es beneficiosa, bienvenida sea. Nos sumamos al ayuno intermitente. Eso sí, con equilibrio y sentido común.
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