Muere Marcos Alonso, exentrenador del Málaga Club de Fútbol

Nacido en Santander, Marcos –hijo del mítico jugador madridista Marquitos– pronto confirmó que no iba a ser defensa como su padre y que tampoco iba a ser simpatizante del equipo blanco. Debutó en la élite con el Racing cuando no había cumplido 18 años. Extremo regateador y con llegada al remate en el segundo palo, no tardó en aceptar una oferta del Atlético de Madrid, club en el que vivió dos etapas y del que formaba parte activa en las reuniones de los veteranos.

Gol para la historia

Tras dos años como rojiblanco fue fichado por el Barcelona, donde dejó para la historia aquel remate en escorzo en el último minuto, en un vuelo espectacular, en la final de Copa del Rey en 1983 en La Romareda frente al Real Madrid. Marquitos tuvo que soportar entonces todas las bromas de su hijo por aquel tanto ganador... Como azulgrana Marcos lo ganó casi todo durante cinco años para luego volver al Atlético. Una lesión de rodilla frustró la trayectoria de un extremo de altísimo nivel. Ya nada fue igual y se retiró tras pasar por el Logroñés y su Racing.

El gusanillo del fútbol siempre pudo con él. Como jugador, como entrenador y como conversador. Rico en anécdotas, en los banquillos dio sus primeros pasos como segundo de Jorge d’Alessandro en el Atlético. Pero el ‘Pichón’ quería volar. Y así comenzó una carrera que transcurrió por el Rayo, el Racing, el Sevilla, el Atlético, el Zaragoza, el Valladolid, el Málaga y el Granada 74.

En el Málaga recaló después del traumático descenso en 2006, el primero con la denominación de Club de Fútbol. El panorama apuntaba a la llegada de Víctor Espárrago como entrenador, pero en cuestión de horas se produjo un giro radical y llegó Marcos. La presencia como director general de su cuñado, Antonio Mendoza (hermano de su mujer), despertó todo tipo de comentarios. «Desde el primer día eso me perjudicó», me confesó años después, en una de las conversaciones en las que se mostraba feliz por ver al equipo blanquiazul. Aún recuerdo aquella llamada horas después del triunfo ante el Milan en la Champions. «Pichón, ¡qué alegría verlo ahí! ¡Y qué alegría ver así La Rosaleda!». Estaba exultante.

Marcos sólo estuvo diez partidos en el banquillo malaguista (que, por cierto, cambió de ubicación para estar más cerca del ‘linier’). El equipo empezó bien, con triunfo en Alicante frente al Hércules de Bordalás, pero estaba lleno de retales y de meritorios. Con el tiempo me reconoció que se había equivocado: «Tenía que haber apretado más». Se marchó por la puerta de atrás, pero paradójicamente la temporada siguiente su camino se cruzó con el del Málaga. En la penúltima jornada, en Motril, él dirigía al Granada 74 en un partido en el que el equipo blanquiazul tuvo el ascenso en su mano y no lo aseguró al empatar a cero (Iván Rosado desperdició un mano a mano).

Desde entonces Marcos, el entrañable ‘Pichón’, había dejado de entrenar. Trabajó para Puma y seguía de cerca la carrera de su hijo. No quería irse sin verlo en el Barcelona. Y su deseo se cumplió por partida doble: en verano se produjo su fichaje y el pasado viernes Marcos Alonso Mendoza, combinación de sus predecesores en la saga (defensa y futbolista de banda) renovó como azulgrana.