El Málaga se olvida de defender en Valencia (4-2)

Habrá quien pueda creer, a tenor de los resultados del Málaga esta campaña y sus cifras de goles en contra, que es un equipo rácano, especulador, cuando no es así, y la prueba fue el excepcional primer tiempo que se pudo ver en el Ciutat de Valencia. Nada menos que cuatro goles y el fin de la racha de Alfonso Herrrero, que se quedó al final en 603 minutos imbatido, que no es poco.

Pellicer cumplió con las rotaciones, con sus laterales menos fiables este curso (también porque Puga y Víctor García están apercibidos de sanción), con Dani Lorenzo y Dioni arriba, el regreso de Kevin y la presencia esperada de Izan Merino, al estar sancionado Luismi. El resultado fue uno de las versiones más vulnerables a nivel defensivo que se han visto del Málaga esta campaña. Los cambios de zona de los centrales, con Nelson, a la izquierda de Álex Pastor, no le sentaron nada bien al equipo. El luso cometió dos faltas muy peligrosas cerca del área y falló en el segundo gol en su porfía con Iván Romero; pero peor le fue a Dani Sánchez, superado una y otra vez por Andrés García.

Increíblemente, todo lo que sucedió en el ataque del Levante pasó por las botas de este lateral con más cuerpo de central. Suyo fue el centro del 1-0, en el que Iván Romero definió de cabeza a la espalda de Gabilondo; el excelente pase de 40 metros que dejó sólo a Brugue para definir, irrumpiendo por detrás de Pastor, y el envío para la ocasión de Pampín que remató fuera, aunque Manu Molina despejó muy cerca del poste. También el 2-1 partió de sus botas, con un pase a Kochorashvili, que buscó al goleador de los locales, Iván Romero.

Pudo echar en falta a Luismi, pero el caso es que el Málaga no tuvo el día atrás, pero se comportó como un equipo grande en el otro área, con un Larrubia que sigue creciendo partido a partido y erigiéndose en un jugador determinante. Con su tendencia a moverse por dentro, el Málaga ataca con uno más. Gabilondo ocupa el carril en ataque, donde sí es productivo, y el canterano genera superioridades, como en el 1-1, cabeceando a media altura 'entre líneas', porque Elgezabal salió tarde a tapar. Y en el 2-2, robando el 'diez' blanquiazul (ahora sí que no le viene grande el dorsal) el balón a Pampín, y tras un rápido toque de primeras de Kevin hacia Dani Lorenzo. Salió el equipo con diez jugadores del curso anterior, todos menos Álex Pastor, y con seis malagueños, y tres de ellos fabricaron ese empate al descanso.

Tras el descanso Aarón Ochoa mantuvo la cuota 'boquerona' supliendo a Dani Lorenzo, y el Málaga mantuvo su alegría y desequilibrio en ataque. Echaba boletos para optar a la victoria, como en un tiro lejano de Kevin, al que se vio muy entonado y con ganas, y, sobre todo, en un cabezazo de Dioni, en un 'bombón' que le regaló Larrubia. Se lamentaba el delantero, cuya labor en el partido había sido muy oscura, por no haber aprovechado una gran oportunidad.

El desarrollo del partido, ya con muchas sustituciones, frenó el ritmo, con la noticia de la reaparición de Ramón (no jugaba desde el 5 de mayo), un golpe en una rodilla sufrido por Kevin que le obligó a abandonar el partido, y otro problema físico, ahora de Cabello. El juego se detenía demasiado, y en esas Castel casi desnuda a la defensa local recuperando ante Elgezabal, pero se reorganizó el cuadro local.

Se llegaba a la 'zona Cesarini' de los partidos, y el Málaga parecía abocado a su octavo empate. Como si lo determinara el destino, porque Morales (recuperación milagrosa del capitán, al que se le diagnosticó esta semana una lesión de entidad de tobillo), en posible fuera de juego, tuvo un 'mano a mano' con Alfonso Herrero, en la primera aparición importante de Carlos Álvarez.

Pero no, hubo desempate. En la antología de los goles chuscos, embarullados, con un punto de fortuna ha de estar sin duda el de Espí. El gigante del Levante, al que se le hizo de noche después en dos ocasiones mucho más claras, marcó de espaldas, con el tobillo, casi sin querer y tras un sinfín de rechaces. Y, tratando de reaccionar a la desesperada, llegó el cuarto tanto, el de Algobia. Sin orden defensivo alguno, fue un daño colateral.