El Málaga no para de hacer regalos (1-2)

Apenas introdujo cambios Pellicer en el once –sólo la presencia de Benítez por Matos, con el consiguiente cambio de banda de Calero–, pero sí una variante muy llamativa en la idea de juego. Porque de salida, cuando sacó de centro el Leganés, el Málaga formó con cuatro atrás y, efectivamente, esa disposición de 4-4-2 se mantuvo en fase defensiva; en cambio, cuando se recuperaba la posesión y llegaba la hora de atacar, el teórico lateral izquierdo, Juande, permanecía atrás junto a Escassi y Lombán, Benítez adelantaba su posición y arriba Jairo y Rahmani se movían con libertad por detrás de Chavarría.

La intención de Pellicer era clara: cerrar con dos líneas de cuatro muy pegadas (Rahmani acompañaba entonces a Chavarría más adelantado) y tratar de buscar en las salidas más efectivos dado que Calero, en posición de extremo, debía recorrer menos metros hasta el área.

La fórmula no dio réditos en el marcador por las imprecisiones en el momento culminante. La idea se puso en práctica de forma reiterada gracias a las apariciones de Chavarría fuera de la posición de delantero centro, lo que desconcertó a la defensa visitante hasta el punto de que Martí decidió que su extremo derecho (Palencia) estuviera más vigilante a los contragolpes blanquiazules y se sumara como quinto defensa en esas situaciones. Calero y Rahmani, este en dos ocasiones –especialmente la primera–, no atinaron a definir con el golpeo adecuado.

Esas fueron las mejores opciones ofensivas blanquiazules hasta el descanso, porque el 3-4-2-1 empleado cuando el Leganés se mantenía agazapado resultó infructuoso. El Málaga fue entonces más previsible, sin verticalidad en el pase o el necesario desborde por fuera. Y tampoco Jairo y Rahmani pudieron hacer daño entre líneas en acciones similares a aquella conexión entre Calero y Jairo en el primer gol en Sabadell.

Paradójicamente, el Málaga se vio con el marcador en contra en la única subida del lateral derecho del Leganés, Bustinza, anclado atrás toda la primera parte para proteger la zona por la que podían irrumpir Calero y Rahmani. El capitán visitante se salió del guion y aprovechó un magnífico balón al hueco de Rubén Pardo (al que Luis Muñoz no tapó lo suficiente), pero sobre todo un muy evidente desajuste táctico. Nadie cerró el pasillo, Calero no siguió al zaguero, y además la separación entre Juande (más atento a su par, Palencia) y Lombán era enorme. Encima, la pelota rebotó en Juande y se coló en la portería.

La sensación al descanso era de resultado injusto, porque el Leganés apenas había creado peligro, más allá de un par de disparos de José Arnaiz desde fuera del área. El Málaga no varió sus planes y salió en busca del empate, aunque con la dificultad añadida de que su rival prefirió cederle la pelota y permanecer pertrechado para evitar las rápidas transiciones blanquiazules. Los minutos avanzaron sin que Cuéllar pasara apuros, con Jairo cada vez más desaparecido, Rahmani empeñado en conducir la pelota y Chavarría más vigilado. Justo cuando Pellicer iba a mover el banquillo con la entrada de Julio y Joaquín el Málaga rompió su sequía en las acciones a balón parado. Juande se desquitó y cabeceó en el segundo palo el servicio de Rahmani en la falta lateral.

El partido entraba teóricamente en otro escenario, pero en un abrir y cerrar de ojos al Málaga se le desvaneció toda la ilusión. De nuevo Juande fue el protagonista al cometer un penalti por un pisotón a José Arnaiz desvelado por el VAR. El equipo trató de sobreponerse a este nuevo mazazo, pero salvo algún movimiento de Joaquín hizo un fútbol demasiado plano frente a un adversario con el suficiente oficio para no ceder el empate. Está demasiado abonado a los regalos al contrario y así es imposible progresar.