Zarpazo letal del Málaga en el último suspiro (0-1)

Porque no se esperaba un partido vistoso, ni mucho menos, pero el fuerte viento condicionó aún más a ambos equipos cuando ya sobre el papel se intuía que la presión arriba iba a obligar al recurso del envío en largo, incluso en los saques de puerta. Y el guion se cumplió. Las combinaciones, la circulación fluida y las llegadas brillaron por su ausencia desde el primer minuto con un fútbol excesivamente previsible y, por consiguiente, muy cómodo para las defensas.

Además, Pellicer blindó la cobertura con un tercer central (Ismael se sumó a Lombán y Juande) consciente de que al Alcorcón le interesa más bien poco tener la pelota. Prefiere mandarla arriba, jugar lejos de su portería y, si cae la breva, aprovechar una segunda jugada o una prolongación de su ariete. Esa tendencia de los locales a buscar el fútbol directo le permitió al Málaga no parapetarse en un sistema con cinco efectivos atrás en la primera parte salvo en los momentos contados en que el cuadro alfarero buscó ataques posicionales.

De este modo, el equipo malaguista mostró más un 3-4-3 con Alexander y Cristo a la altura de los medios centro (Ramón y Escassi) para tratar de buscar salidas rápidas en cuanto alguno de los centrales (sobre todo Lombán) recuperara la pelota en una pugna por alto. Lástima que ninguno de los 'carrileros' estuviera más ambicioso y también que los envíos a los costados tampoco encontraran la eficacia de Jairo y Caye Quintana o al menos alguna combinación como la que este y Chavarría mostraron varias veces en su día en La Romareda. A ello se sumó, cómo no, ese mal endémico que se arrastra en casi todos los partidos: las reiteradas pifias en los centros. Esta vez los extremos titulares, Rahmani y Joaquín, se quedaron en el banquillo tras su pobre papel ante la Ponferradina, así como el acompañante de Chavarría arriba en los últimos partidos, Cristian.

Si el Málaga apenas se exhibió en ataque, en defensa ofreció un par de lagunas defensivas (un error de Ramón en la salida de la pelota y un despiste imperdonable en una falta frontal en el último suspiro antes del descanso), pero en ambos casos el ariete Marc Gual remató demasiado cruzado. Como el balón apenas circuló, no puede pasar inadvertido que en la primera parte hubo escasa diferencia en el balance entre pérdidas y recuperaciones en ambos conjuntos.

En la reanudación se mantuvo el miedo a perder. Ni Alcorcón ni Málaga dieron un paso al frente de salida. La prioridad era mantener el equilibrio y evitar la más mínima concesión al rival porque en la situación actual (uno como colista y otro en evidente crisis de resultados) una derrota tendría un efecto anímico devastador. Eso sí, el conjunto blanquiazul demostró desde el primer minuto de la reanudación tener el partido bajo control y apenas sufrió atrás. No obstante, como en Albacete, volvió a faltarle más claridad de ideas. La entrada de Rahmani elevó ligeramente la ambición de sus compañeros y a los pocos minutos Alexander y Cristo se dejaron ver en ataque. Chavarría remató fuera un par de veces en posición forzada, pero estas acciones bastaron para que los locales se encerraran en su parcela.

Pellicer trató de dar otra vuelca de tuerca con la entrada de Joaquín, aunque la pertinaz inoperancia del Málaga hizo crecer al Alcorcón, que se vino arriba en los últimos minutos a la espera de que en un córner surgiera su oportunidad. Pero se topó casi en el último suspiro con la respuesta contundente de un equipo unido, un zarpazo letal en un contragolpe fulminante culminado por Chavarría con extraordinaria calidad. Fue el único disparo entre los palos en todo el partido. Pero bastó porque por encima de todo sólo valía ganar. La piña de los pupilos de Pellicer tras el pitido final lo dice todo.