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El termómetro del aeropuerto de Málaga, que es una de las principales referencias que utiliza Aemet para estudiar su evolución, es el testigo impasible del ... proceso de calentamiento que se está produciendo. La evolución de las temperaturas medias, según esta estación, no deja lugar a dudas de que cada vez hace más calor, incluso, en los meses en los que no debería.
La base de datos oficiales de la Agencia Estatal, recabada y elaborada por José Luis Escudero, estudioso de la meteorología local, permite obtener los valores máximos, mínimos y medios en los últimos 50 años (de 1974 a 2024), medidos en este punto.
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Sobre esta base, el director de la Cátedra de Cambio Climático y profesor de la Universidad de Málaga (UMA), Enrique Salvo, ha analizado la evolución, y las conclusiones son claras: «Se pone en evidencia que la temperatura media anual en el caso de Málaga ha subido de 15,7 grados hace medio siglo hasta los 18,25 la actualidad», advierte. «Estamos hablando de 2,5 grados de incremento de las temperaturas, es decir, un grado por encima de lo que se está calentando el planeta a nivel global», alerta el investigador.
¿Por qué? En el caso de la ciudad de Málaga, que es donde se ha medido esta evolución, Salvo plantea como principal hipótesis que este se ha debido fundamentalmente al calentamiento del Mar de Alborán, «que hace la labor de termorregulador y no refresca lo suficiente, lo que se está viendo sobre todo en las mínimas (nocturnas)».
«Aunque las máximas (diurnas) también preocupan, porque ahí también estamos viendo un ascenso que está por encima de la media global, en torno a 2,5 grados de calentamiento», añade.
También se ve mes a mes y por estaciones cómo han ido evolucionando los termómetros a lo largo de los años. En este caso, aparecen dos conclusiones interesantes. En primer lugar, se observa que el verano tiene una parte central que dura cuatro meses, desde junio hasta septiembre, cuando en 1974 eran tres. «De estos, dos meses al año, julio y agosto, ya tienen carácter de muy caliente a tórrido».
José Luis Escudero, especialista autodidacta sobre la meteorología malagueña y responsable del blog Tormentas y Rayos (en SUR.es), ha sido el encargado de compilar los datos oficiales de Aemet en el aeropuerto. Lo ha hecho, relata, como una forma de conocer el calentamiento real que se está produciendo en Málaga. «Yo antes no es que fuera un negacionista, pero temperaturas altas y cambios climáticos ha habido siempre».
Aunque a renglón seguido, Escudero añade: «En estos últimos 50 años es evidente que ha subido mucho la temperatura media». Además, esta tendencia se ha comprobado en tres variables: media absoluta, media de las máximas y de las mínimas.
«Muchos ahora pondrán excusas, como que los datos están tomados en el aeropuerto (que es el termómetro que la Agencia toma como referencia a efectos estadísticos) y ahora hay más aviones», bromea y al mismo tiempo, se anticipa a las posibles críticas.
Su conclusión es contundente: «Es cierto que otras veces la temperatura en un momento dado ha podido ser más alta, pero lo que hay que ver son las medias, mes a mes y año a año, no los picos puntuales».
Pero lo más destacado que se observa en este caso es que tanto mayo como octubre empiezan a tener «una consideración también veraniega en cuanto a las temperaturas», especialmente el mes que antaño se consideraba el rey de la primavera. En ambos casos, las máximas aumentan de forma considerable.
Esas estaciones intermedias, abril y mayo por un lado, y octubre y noviembre por el otro, también empiezan a tener una influencia estival. «Con lo cual nos quedamos prácticamente sin primavera y sin otoño, y pasamos bruscamente a un periodo más frío con un invierno que ocupa prácticamente desde la mitad de diciembre hasta la mitad de febrero».
Cuándo se observa con mayor intensidad en el clima de Málaga la incidencia del cambio climático? Es otro de los ejes del estudio. «Lo que vemos a tenor de esta gráfica y el comportamiento sobre las medias generales es que hay un calentamiento previo hasta 1998-1999, que corresponde con la mayor incidencia de la isla de calor urbana», es decir, la propia actividad de la ciudad que genera un aumento progresivo de las temperaturas hasta ese año.
A partir de ahí, las temperaturas han seguido subiendo, en una sumatoria entre la propia isla de calor urbana, más la incidencia del cambio climático, por el fuerte crecimiento demográfico que se ha producido en los últimos 25 años, y en cuanto al número de desplazamientos motorizados.
Las conclusiones son claramente pesimistas. «Todo esto nos coloca en una situación de clima que en verano pasa a ser de muy cálido a tórrido, y esto va a tener una incidencia muy fuerte por el impacto de las olas de calor, que son cada vez más continuas y más extensas en el tiempo». En este contexto, advierte Enrique Salvo, se entienden las 1.300 muertes que el año pasado hubo por la incidencia de la temperatura.
La terapia principal de mitigación de estas temperaturas cada vez más altas, especialmente en las áreas urbanas, es plantar árboles y generar zonas verdes. Pero incluso esta solución sencilla está actualmente amenazada por el mismo problema: «Muchas especies no están sobreviviendo por el calentamiento excesivo del suelo, porque lo importante del árbol está en las raíces. Es lo que ocurre con los pinos, que están muriendo, y hay otras especies que no van a poder vivir en las ciudades».
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