De Torremolinos a Villanueva de Algaidas: medio siglo de Orgullo
La provincia de Málaga, histórica cuna de los derechos LGTBI por la diversidad practicada en la Costa del Sol, vuelve a dar una lección de tolerancia, esta vez con una revolución de banderas arcoíris en un pequeño pueblo del interior: «Pero aún queda mucho por conseguir»
Entre Torremolinos y Villanueva de Algaidas hay más de ochenta kilómetros. Poco tienen que ver ambos municipios, aunque la distancia se ha acortado estos días ... después de que un pequeño empresario de la ciudad costera, Antonio Carlos Alcántara, encontrase qué hacer con las cuatrocientas banderas arcoíris que había comprado para su negocio a la espera de que se celebrase el Orgullo LGTBI, pospuesto por la crisis del coronavirus. Alcántara regenta una tienda erótica en Torremolinos pero nació en Villanueva de Algaidas, donde el Ayuntamiento tuvo que retirar esta semana la bandera multicolor de su fachada por la denuncia de tres vecinos que apelaban a una reciente sentencia del Tribunal Supremo, que establece que no pueden utilizarse banderas no oficiales en el exterior de los edificios públicos. El Consistorio informó en redes sociales de la retirada obligada de este símbolo, instalado cada año desde 2018: «Este gesto, tristemente, ha durado poco. Sin embargo, pese a quien le pese, siempre vamos a posicionarnos a favor de la igualdad, la tolerancia y el respeto a todos los colectivos».
La protesta de muchos de sus vecinos animó a Alcántara a llevar a su pueblo natal las banderas que tenía almacenadas, avisando también por redes sociales de dónde y a qué hora podían recogerlas. La respuesta fue inmediata: cientos de balcones de este pequeño pueblo del interior de la provincia, con apenas cuatro mil habitantes, lucen desde entonces con orgullo el símbolo de lesbianas, gays, transexuales, bisexuales e intersexuales (LGTBI). Su alcalde, Juan Cívico, celebra que los vecinos «hayan dado un ejemplo levantando su voz contra la intolerancia y la injusticia» y destaca que muchas personas mayores se han unido a esta pequeña revolución que ha llamado la atención de todo el país: «Esto demuestra que nuestros abuelos saben en qué mundo estamos».
Este año se cumplen tres décadas desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) suprimiera la homosexualidad de la clasificación internacional de enfermedades mentales. El movimiento de liberación del colectivo comenzó tiempo antes, en 1969, cuando los clientes del Stonewall, un bar gay de Nueva York, se rebelaron contra una de las redadas policiales que sufrían con frecuencia, provocando disturbios que condujeron a una reflexión general que sirvió para cimentar sus derechos. Ocurrió un 28 de junio. Por eso el Orgullo LGTBI se celebra este día. Aunque España fue el tercer país del mundo en legalizar los matrimonios entre personas del mismo sexo (lo hizo en 2005, con el voto en contra del 43 por ciento de los diputados presentes), sigue habiendo un desfase entre la igualdad alcanzada en el plano legislativo y la igualdad real, que aún arrastra cuentas pendientes en materia de acoso escolar, agresiones y discriminación.
«Hay un repunte de homofobia», considera Santiago Rubio, presidente de la asociación Colega en Torremolinos: «Se cuestiona más que antes cada acto reivindicativo y continúa habiendo agresiones, aunque muchas no se denuncian por vergüenza». La última paliza de la que se tiene conocimiento se produjo durante la noche de San Juan en el centro de Málaga, donde cuatro jóvenes, que fueron detenidos por un delito de odio y otro de lesiones, insultaron y golpearon a un hombre de 26 años por su orientación sexual. La víctima, a la que hubo que asistir por una luxación en el hombro derecho, necesitó seis puntos de sutura. La Policía Nacional confirma que, antes de la paliza, los agresores hicieron referencia a su sexualidad. «Siguen yendo a la caza del maricón», resume Rubio en referencia a la palabra usada por los agresores: «Y lo que más nos preocupa es que estos delitos suelen ser cometidos por personas jóvenes. Por eso es importante continuar educando a las nuevas generaciones en el respeto, la tolerancia y la reivindicación de la igualdad y la libertad. Queda mucho por conseguir».
En la mayoría de ocasiones, sin embargo, la discriminación resulta más velada. El proyecto europeo avanzado en la gestión de la diversidad LGTB+ en el sector público y privado concluye que el 72 por ciento de las personas pertenecientes al colectivo oculta su orientación en el trabajo para evitar chistes, comentarios negativos, burlas e insultos y para que su condición sexual o identidad de género no impida ascensos o subidas salariales. De las recientes declaraciones de Pablo Alborán, que la semana pasada quiso hacer pública su homosexualidad en un vídeo subido a redes sociales tras más de una década de éxito internacional en la música, Rubio recuerda que el cantante aseguró que lo hacía, entre otros motivos, para «ser un poco más feliz de lo que soy». El presidente de Colega en Torremolinos insiste en que «la libertad es fundamental y bastantes preocupaciones tenemos ahora con el coronavirus y la falta de trabajo para encima estar luchando contra uno mismo».
Antonio Ferre, presidente de la Federación de Asociaciones LGTBI Andalucía Diversidad, reclama una ley estatal de protección y otra para las personas trans, el colectivo «más vulnerable», históricamente maltratado por partida doble. Ferre reconoce que España «es uno de los países más garantistas del mundo» en cuanto a respeto a la diversidad sexual pero advierte de que «no podemos dar ni un paso atrás». Manifestaciones como la de Villanueva de Algaidas, que ha recogido el testigo de Torremolinos como símbolo de la libertad sexual, «resultan emocionantes». Y siguen siendo necesarias.
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