«La persona que se suicida no quiere morir, quiere dejar de sufrir»
Asegura que transitar el duelo que se genera en familiares y seres queridos requiere de ayuda profesional: «Desactivar la culpa en la cabeza es casi el 90% del trabajo»
La causa de la muerte es uno de los factores más relevantes para el proceso del duelo. Un suicidio siempre está acompañado de grandes cargas ... de culpa y reproches. Muchas preguntas quedan sin respuesta. ¿Podía haber hecho algo más? ¿Qué señales se han escapado por el camino? Los que quedan atrás tienen que aprender a salir adelante a través de un proceso laborioso. Noelia Espinosa es psicóloga en la Asociación Alhelí. En esta institución se acompaña a los quedan atrás en el dolor y se les brinda apoyo en un momento en el que la vida se ha puesto del revés. Hay grupos en los que personas que han pasado por el mismo destino fatídico se ayudan los unos a los otros.
Espinosa sabe que los familiares y los seres queridos de una persona que se ha suicidado están expuestos a fuertes ambivalencias. Hay un mosaico de sensaciones que se manifiestan en un proceso que la experta compara con la curación de una herida. Espinosa describe estados de ánimo que pasan por el shock, la culpa, la añoranza y la rabia. Y resalta la importancia que tiene hablar sobre lo sucedido para salir del agujero negro. Aunque no lo parezca, hay un momento en el proceso del duelo en el que también vuelven las sonrisas.
–Unas 300 personas se han suicidado en el último año en la provincia de Málaga. ¿Cómo lo digieren los seres queridos?
–Un suicidio deja a las personas muy desconcertadas. No saben qué hacer ni cómo pedir ayuda. Genera un estado de shock en los supervivientes. Yo llamo supervivientes a las personas que han perdido a un familiar o a un ser querido por suicidio. Una de las preguntas que se hacen todos es el por qué, por qué, por qué… Solo con el tiempo se dan cuenta que es una pregunta sin una respuesta concreta. Y si la tiene, se la ha llevado la persona que se ha suicidado.
–¿Qué sensaciones se experimentan en los días posteriores al suicidio?
–La de que ha llegado un tsunami que lo ha arrasado absolutamente todo. El suicidio es un término que no está en la vida y que rompe muchas cosas que luego hay que recomponer. Dentro de las respuestas naturales del duelo está la incredulidad. El no creerse lo que ha pasado, entrar en un estado de negación. Con un suicidio esta sensación se intensifica.
–¿En qué se diferencia el duelo entre un suicidio y una muerte por causa natural?
–La causa de la muerte influye mucho en el proceso del duelo. El suicido genera un duelo muy complicado, que hay que trabajarlo. Los propios profesionales tenemos dudas de cuándo hay que empezar con ese trabajo. Yo creo que cuanto antes. Es un duelo que hay que procesarlo y transitarlo con ayuda.
–¿Hay un momento en el que se culpa a la persona que ha decidido quitarse la vida, por mucho cariño o amor que se le haya tenido?
–Ocurre a veces, sí. Se le culpa por el hecho de haberse suicidado y, muchas veces, por el cómo se ha llevado a cabo.
–Luego también viene el autoculparse. ¿He podido hacer algo para evitarlo? ¿Qué se me ha escapado? ¿No he captado las señales?
–Es sin duda la sensación que más intensidad tiene durante el duelo. Muchos supervivientes se culpan por no haber hecho nada. Inconscientemente se proyecta siempre el «y si»… Y si yo hubiese estado más atento. Y si no me hubiera cabreado con él. Y si ese día hubiera llegado antes a casa. Y si, y si… Y si es culpa. Con todo lo que conlleva la culpa, claro.
–La culpa es algo muy humano.
–Es también algo que apela a la protección. Una forma de querer salvar. Pasa mucho con el duelo por suicidios con hijos, que es mucho más complicado todavía. No he sabido detectar que mi hijo o mi hija estaba mal. La culpa ataca mucho tu identidad, ataca a quién eres. No te permite hacer ciertas cosas porque te sientes culpable. Si sales te sientes culpable, si un día no piensas en esa persona te sientes culpable. Es muy una sensación muy dura. Desactivar la culpa en la cabeza, diría, es casi el 90 por ciento del trabajo. La culpa no te deja avanzar.
–¿El suicidio de un familiar provoca vergüenza?
–En muchos casos, sí. Aquí hay muchas connotaciones sociales. Hasta hace relativamente poco, las personas que se suicidaban se enterraban fuera del camposanto. Nuestra educación judeocristiana influye mucho. Solo Dios te puede quitar la vida, ¿verdad? Mira, aquí tenemos a personas que te lo verbalizan tal cual: «Es que si hubiera muerto de algo más normal, no me daría vergüenza decirlo». Me gusta insistir en que la mejor manera de quitarle el morbo es hablarlo, dar la cara.
–¿Cree que se impone una ley del silencio?
–Morbo en la sociedad y conspiración del silencio en la familia. En la familia, muchas veces, lo sabe todo el mundo pero no se habla. Esa conspiración del silencio en el suicidio impide que se avance en el duelo.
–¿Hay diferencias si se trata de un miembro de la familia u otro? Un niño, por ejemplo. Es como si rompiera el tiempo natural de las cosas.
–Lo importante es el vinculo. Tenemos a una chica en tratamiento por el suicidio de su amigo. Pero es que para ella su amigo era como un hermano. Luego es verdad que como profesional puedo decir que el duelo por el suicidio de hijos es muy muy duro. Pero el proceso te lo va a marcar el vinculo.
–¿Un suicidio siempre es una muerte irracional?
–No sé si irracional. Yo diría que hay mucho sufrimiento. Hay muchos mitos alrededor del suicidio. Que si es un acto valiente, que si es un acto cobarde, el que lo dice no lo hace… ¡No! Yo creo que lo que hay es mucho sufrimiento que no se comparte. Un sufrimiento tan fuerte que al final se convierte en una visión túnel. La persona que se suicida no quiere morir, quiere dejar de sufrir.
–Pero a la vez inflige un enorme sufrimiento.
–Claro. Pero cuando ya se está en un momento en el que se te cierra la visión, no se es consciente de ello. La desesperanza hace creer, incluso, que esas personas van a estar mejor sin mí.
–¿Los familiares de alguien que ha cometido suicido se convierten en personas más propensas a quitarse la vida?
–Están en riesgo. Además, muchos los verbalizan. Es importante pedir ayuda cuanto antes. En general, como sociedad nos acomodamos al pensar que hay una enfermedad detrás de un suicidio. Es verdad que la sociedad no es culpable, pero sí es responsable de un suicidio. Vivimos en una sociedad en la que nos relacionamos todos.
–El efecto Werther habla del suicidio como la solución a un problema difícil. ¿No le parece un acercamiento frívolo?
–No se puede minimizar el suicidio a que tú tengas una dificultad en tu vida o que estés pasando una mala racha. Si fuera así, con perdón, todo el mundo se suicidaría. Hay muchos factores que influyen. El efecto Werther me parece una visión muy reduccionista.
–¿Nuestra cabeza nos proyecta problemas insalvables cuando, en realidad, todo se puede solucionar de alguna manera, menos el suicidio?
–Hay que hablar. Contar lo que nos está pasando. Nuestra cabeza va muy rápida, a mil por hora. Emite muchos pensamientos a lo largo del día y muchos de ellos, negativos. La pelota de problemas que nos ocurren se hace muy grande. Cuando tú cuentas lo que te atormenta, lo que te pasa, estás poniendo sobre la mesa sentimientos y puedes encontrar las soluciones o el camino.
–¿Una carta de despedida ayuda a los familiares que quedan?
–Depende. Hay veces que la carta puede exculpar a la familia. Pero también puede señalar a los supuestos culpables del suicidio.
–¿La gran pregunta es la que versa sobre el porqué?
–El ser humano, inconscientemente, piensa que cuando va a encontrar la respuesta al porqué va a solucionar el problema. En un suicidio, la persona no va a volver. Pero es algo que forma parte del duelo, es necesario pasar por ahí.
–¿Qué pueden hacer los amigos o los familiares cuando tienen sospechas de que una persona cercana baraja la idea de quitarse la vida?
–No tener miedo a preguntar. Preguntar directamente: ¿Oye, tú estás pensando en quitarte la vida? ¿Has pensado en la muerte? Es muy sano y se puede ayudar a la persona a soltar lastre. La familia tiene mucho que hacer ahí.
–¿Es un tabú hablar del suicidio?
–Yo soy positiva al respecto porque lo veo. Llevo trabajando en esta temática muchos años y hay avances. Me recuerda a la violencia de género. Estamos ante un proceso educacional. Es una cuestión de cambiar creencias.
–Lo último que nos queda es el recuerdo. ¿Qué podemos hacer para no quedarnos solo con el hecho del suicidio en sí?
–Cuesta llegar hasta ahí. Pero hay que trabajar para llegar al recuerdo positivo. Esto es como una herida. La herida duele, pero al final se va curar. El dolor se transforma. Algo que está roto se recompone otra vez para crear una pieza bonita.
–¿Las sonrisas vuelven?
Siempre.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión