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Paki Silva, con k como ella misma pide ser llamada, tiene 45 años, ha vivido toda su existencia en la barriada de Los Corazones y ... parece que el barrio la ha marcado, porque si algo le sobra a esta maestra de música del CEIP Blas Infante de Ciudad Jardín es corazón. Su alegría se derrama a su alrededor, es contagiosa, pese a años de adversidades médicas, en los que ha debido hacer frente a un trasplante de hígado, a la extirpación del colon, la reconstrucción de su aparato digestivo y una ileostomía, de nuevo a una extirpación de lo que quedaba de recto y la asunción de dos prótesis de cadera, entre otras vicisitudes. Pero ahora, tras casi dos años sin sustos, ha completado las ocho grandes cimas de Andalucía, es campeona de ciclismo y ha ganado diversas medallas en los juegos de trasplantados, compitiendo a nivel internacional, da charlas, conferencias y llama, incluso, por teléfono, a quienes, como ella, han debido hacer frente a problemas de salud. «Mi mejor terapia han sido la familia y los amigos», dice, mientras todo en ella sonríe y transmite calma a quien la escucha, como cuando tocaba con pericia el clarinete en la Banda de Música de la Esperanza.
En 2021, con apenas 22 años, fue diagnosticada de una colangitis esclerosante y de colitis ulcerosa, así como de enfermedad de Crohn. Un cóctel explosivo. La colangitis es una enfermedad hepática rara que la llevó al trasplante y la colitis ulcerosa la sumió en una sucesión de brotes durante años. «Durante ocho o nueve años, tuve muchos brotes de colitis ulcerosa, que requirieron de hospitalizaciones y mermaron mucho mi calidad de vida», explica.
En 2008, alcanzó un estado de desnutrición severa, hasta que llegó a manos del doctor Gabriel Olveira, jefe del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Regional Universitario de Málaga. «Vieron la necesidad de ponerme alimentación parenteral domiciliaria. El hospital era mi casa. No sabíamos si iba a funcionar, pero yo no estaba en condiciones de recibir un trasplante», dice. La enfermedad progresaba y generaba daños colaterales en el esófago, por ejemplo. «En casa mi madre y mi hermana se formaron. Y ellas, durante periodos que duraban meses, me enganchaban doce horas al día a una máquina de alimentación», recalca. «Estaba en estado de desnutrición severa. Llegué hidratada y alimentada al trasplante, que fue en 2011». No dejó de estudiar: de hecho en 2005 se sacó la plaza de maestra.
Después, surgió una diabetes postrasplante, «me ponía cinco veces insulina y la dieta tenía que ser muy controlada», dice, pero la colitis volvió a atacar, por lo que en 2012 le extirparon el colon. Después le reconstruyeron el aparato digestivo y, en 2015, le hicieron otra reconstrucción con el intestino que le quedaba. «La enfermedad continuó, en 2019 me extirparon lo que quedaba», precisa.
Pero ahora lleva casi dos años sin sustos. «He hecho todas las cimas de Andalucía», relata, junto a otros pacientes elegidos por la Escuela de Salud Pública, «enfermos de cáncer y ostomizados». «Subir un pico es como la vida, como la enfermedad, sientes empoderamiento cuando estás en la cima», reseña. En el Mulhacén, por ejemplo, lloraron todos. «Tiene sus dificultades, pero cuando llegas arriba todo es felicidad».
Y no sólo sube montañas. Es campeona de ciclismo, tras empezar en 2016 a participar en los juegos nacionales de trasplantados. Por ejemplo, fue medalla de oro de ciclismo en 2022, cuando este evento se celebró en Gijón. «Es como campeona de España, pero de trasplantados», indica. Y ha participado en dos juegos mundiales, logrando el bronce en 2017, entre otras clasificaciones. También participa en marcha.
Anualmente, organiza la carrera 'Donación Trasplante Vida' (que en 2025 se celebra el 31 de mayo), da charlas y conferencias en hospitales, atiende a familiares de enfermos y habla con ellos por teléfono o en persona cuando lo requieren. «Quiero hacer hincapié en que los pacientes somos agradecidos con todo lo que estamos recibiendo y la idea es que nosotros deberíamos colaborar con otros enfermos», reseña, para añadir: «La salud no solamente debe ser física y mental, también social, y la mejor manera es ayudar a otras personas que estén pasándolo mal. Gracias a los cuidados médicos podemos hacer una vida normalizada, como yo la hago».
«La conclusión es que esto no se acaba, no se acaba la vida después de la enfermedad, por nosotros, pero también por nuestros familiares», reseña. Paki, con k, pide, fue la abanderada en los World Transplant Games en 2019, en los que no compitió al estar recién ostomizada (intervención quirúrgica para colocarle una bolsa de evacuación). «El mejor consejo que puedo dar es que no se preocupen por el mañana, que se ocupen del momento y con buenos pensamientos», dice, para acordarse de su familia y sus amigos, «mi mejor terapia». Su actividad como activista para mejorar la vida de estos pacientes es su pasión.
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