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Normalizar es querer pasar por normal lo que no lo es. Y hay que entender como normal lo que es correcto. A la clase política ... no se le cae ahora de la boca la palabra normalizar para justificar ciertos comportamientos. Para quitarles importancia, vamos. Por ejemplo, se ha normalizado ya que haya grupos políticos en el Congreso de los Diputados que no quieran mantener un encuentro con el Rey cuando éste hace una ronda para saber a quién le va a encomendar la investidura. La semana que viene con motivo de la jura de la Constitución de la Princesa de Asturias ya han anunciado su ausencia los diputados de Junts, ERC, Bildu y BNG, así como los presidentes autonómicos de País Vasco y Cataluña.
Aunque ya esté normalizado estos plantones a los miembros de la Jefatura del Estado no es lo normal, como no lo es el circo que montan cada comienzo de legislatura a la hora de tomar posesión de su acta como diputado. También se vende que hay que normalizar tener relaciones y conversaciones con un prófugo de la justicia como es Carles Puigdemont, que obligó a la vicepresidenta del Gobierno Yolanda Díaz a ir a Bruselas para rogarle que vote la investidura de Pedro Sánchez. Se querrá normalizar, pero no es normal que un miembro del Gobierno se reúna con el máximo impulsor del golpe de estado en Cataluña, porque blanqueen lo que blanqueen aquello fue un golpe de estado y fueron debidamente condenados por ello. Por cierto, tampoco es normal que Díaz meta la pata en la presentación del acuerdo de gobierno con Sánchez al decir que se iban a prohibir los vuelos de menos de dos horas y media de duración (algo que después se ha aclarado que no era cierto), provoque que el valor en Bolsa de Aena cayera a la mitad (600 millones menos) y no pase nada. Ahí sigue. Aquí no dimite nadie. Habría que darle las gracias por lo que ha liado. Es que es muy 'cooky'. También se quiere normalizar que haya comparecencias de políticos en las que no se permitan las preguntas de los periodistas e incluso hay actos en los que son los propios partidos los que se encargan de enviar la foto de sus amados líderes para que sean publicadas. Ha pasado esta semana durante la presentación del pacto de gobierno entre Sánchez y Díaz. Para evitar lo que sería normal, o sea, que los compañeros de la prensa preguntaran por lo que de verdad importa, que no es otra cosa que la vergonzosa y humillante amnistía que están preparando para los golpistas catalanes.
También se ha normalizado que ya se sepa de antemano qué van a votar los magistrados del Constitucional cuando hay un tema político sobre el que se duda de la inconstitucionalidad. Ya se sabe que Pumpido y magistrados como María Luisa Balaguer cojean del lado izquierdo y hay otros que lo hacen del derecho. Por cierto, se ha publicado sin que se haya desmentido (tampoco se ha confirmado) que desde el Constitucional se está asesorando a Moncloa para redactar la ley de amnistía. De ser verdad sería gravísimo y además debería provocar la abstención de los magistrados que hubieran participado en este enjuague. De hecho, sin que tengan participación alguna, más de uno pensará que lo correcto sería que algunos magistrados se abstuvieran cuando la amnistía llegue al Constitucional por la amistad manifiesta que profesan hacia las filas socialistas. Pues esto, que se etiqueten a los magistrados por quienes lo han propuesto, se ha normalizado, y no es lo normal, cuando hay que presumir la imparcialidad de los que tienen que impartir justicia.
También se ha normalizado que los grupos políticos utilicen las instituciones para lanzar sus proclamas políticas. Ha ocurrido esta semana en el Ayuntamiento de Málaga, donde los concejales de Con Málaga han desplegado una bandera palestina sin permiso alguno en la fachada de la Casona del Parque. Se quiere normalizar este tipo de acciones, pero no es normal hacer un uso partidista de un edificio institucional como si fuera la sede de su partido. También se quiere normalizar que en vez de mentiras, los políticos (algunos bastantes más que otros) lo que hacen es cambiar de opinión a tenor de sus intereses puntuales. Y sacralizar la mentira como forma de gobierno no es normal.
Es verdad que con este tipo de normalizaciones no se acaba el mundo, porque al final la vida sigue, pero cuando no se respetan las normas se horada poco a poco la democracia al crearse ciudadanos de primera y de segunda. Normal. A ver cómo se normaliza eso.
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