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La Sociedad Económica de Amigos del País de Málaga asistirá este miércoles a la inauguración de la exposición 'Sindicato, memoria, reformismo y utopía' en recuerdo ... de Nicolás Redondo (Baracaldo, Vizcaya, 16 de junio de 1927 – Madrid, 3 de enero de 2023), quien fuera dirigente del PSOE, uno de los primeros concejales de esa fuerza política una vez recuperada la democracia tras la dictadura, diputado por ese mismo partido entre 1977 y 1987 y, sobre todo, secretario general de la Unión General de Trabajadores (UGT) desde 1976 y hasta 1994. La muestra la ha diseñado la Fundación Francisco Largo Caballero, la organiza el sindicato en Málaga, la patrocina la Fundación Unicaja y estará abierta al público hasta el 20 de febrero.
La manera en que Nicolás Redondo se despidió de su cargo al frente de la UGT, el que más tiempo desempeñó y por el que más se le conoce, sintetiza muy bien los principios que definieron a uno de los sindicalistas más destacados del último medio siglo, en la transición y la democracia, pero también previamente en una labor de lucha por las libertades que le granjeó detenciones, procesamientos y hasta destierros durante la dictadura de Francisco Franco.
«Creo no incurrir en ninguna descalificación si afirmo que el Gobierno surgido tras las elecciones del 6 de junio del año pasado hace hoy una política más descaradamente de derechas que el anterior. No sólo por el contenido de las medidas, sino por los argumentos con que las defiende». Con estas palabras que incluyó en su adiós a la secretaría general de la Unión General de Trabajadores en el año 1994 se refería Redondo padre -Urbieta de segundo apellido, no Terreros, que corresponde a su hijo, destacado dirigente socialista también- al último Ejecutivo que presidió Felipe González, el salido de las urnas en el año 1993, que tomaba el relevo al de 1989, y que fue el último del PSOE, porque en 1996 ya ganaría José María Aznar las elecciones generales.
Y ésa no era la primera vez que profería críticas tan duras contra los gobiernos socialistas, contra los suyos -aunque los suyos de verdad, más que las personas con las que compartía siglas, fueron los trabajadores y la defensa de sus derechos-. De hecho, en 1987 había dejado el escaño que mantenía en el Congreso de los Diputados elección tras elección desde los primeros comicios democráticos, los de 1977, en las listas socialistas. Y si abandonó la Cámara fue por sus desacuerdos en materia presupuestaria con el Gobierno socialista, cuya política económica dirigieron dos liberales, Miguel Boyer, primero, y Carlos Solchaga, después.
Ese año 1987 de la ruptura de Redondo con su partido el cisma se hizo visible para todo el país en un debate sobre salarios entre Gobierno, patronal y sindicatos que fue retransmitido por Televisión Española y durante el que el sindicalista le llegó a lanzar al ministro de Economía: «Has sido duro con los trabajadores. Tu problema son los trabajadores». Redondo le atribuía a Carlos Solchaga mayor cercanía con la patronal que con su sindicato hermano -recordemos en este punto que PSOE y UGT comparten un mismo fundador: Pablo Iglesias Posse-. Durante ese debate el secretario general de la UGT en ocasiones se mostraba más duro con Solchaga que Marcelino Camacho, su homólogo de CC OO, si bien el titular de Economía siempre golpeaba más duro al representante de Comisiones, a quien dibujaba como prosoviético -si el sindicato hermano del PSOE se asumía que era la UGT, la ligazón de Comisiones ha sido históricamente con el PCE-.
Antes de esa fecha, en 1985, cuando el PSOE apenas llevaba tres años de Gobierno, Redondo ya había amagado con abandonar su escaño por estar en desacuerdo con una ley de reforma de las pensiones que promovía el Ejecutivo y que consideraba que recortaba derechos. El presidente González le convenció para que no dimitiera, pero no para que respaldara la norma, así que el sindicalista rompió la disciplina de voto de los socialistas.
Lo que singularizaba a Redondo era que no porque gobernaran sus siglas consideraba que todas sus decisiones eran acertadas: criticaba desde dentro las políticas que consideraba antiobreras del Gobierno. Fue diputado socialista en el Congreso de los Diputados, pero era sobre todo secretario general de la UGT, un dirigente obrero.
Y eso que había caminado de la mano de Felipe González durante mucho tiempo, durante los más decisivos de la Transición y de los que condujeron hacia la democracia: reconstruyó la Unión General de Trabajadores desde principios de los años setenta y dio su apoyo a González al frente del PSOE. González y Redondo formaron el tándem que hizo posible que la socialdemocracia se convirtiera en la fuerza hegemónica de la izquierda, pese a que el partido que había estado más presente en la lucha antifranquismo había sido el PCE. Pero ello también tuvo su reverso: que esto hubiera sido así durante la década de los setenta fue el germen de la frustración que sintieron los ugetistas cuando el PSOE llegó a la Moncloa y el presidente encargó la política económica a los sectores más liberales -y por ende menos obreros- del partido.
El abandono del escaño, movimiento que Redondo realizó junto con Antón Saracíbar, secretario de organización del UGT y también diputado, por discrepancias sobre los presupuestos de 1988 sobre pensiones y salarios de los funcionarios, en particular, fue el preludio necesario para que el sindicato se independizara del PSOE y del Ejecutivo socialista.
Nicolás Redondo votó en contra de la reforma de las pensiones promovida por el Gobierno socialista en el año 1985 y estuvo a punto de dejar su escaño por su discrepancia con esa medida, pero la UGT no se sumó a la huelga general que organizó Comisiones Obreras para tratar de tumbar el proyecto. Pero ya en 1988, con un Redondo fuera de la disciplina parlamentaria del PSOE, la Unión General de Trabajadores convocaría conjuntamente con Comisiones Obreras la histórica huelga general del 14-D de 1988, ésa en la que la pantalla de la televisión se fue a negro y se pararon hasta los relojes porque tuvo una participación masiva, la más alta que se recuerda. El paro se organizó contra el plan de empleo juvenil, que flexibilizaba y precarizaba la contratación de jóvenes, pero se alimentó de más descontentos: las cicatrices que estaba dejado por España la reconversión industrial, la pérdida de poder adquisitivo de los salarios, la reforma laboral de 1984, la de las pensiones que había motivado la huelga general anterior…
Nicolás Redondo se convirtió en la oposición al Gobierno desde la izquierda, promovió la autonomía sindical de la UGT con respecto al PSOE y también la unidad de acción que hasta el día de hoy se mantiene con Comisiones Obreras -quizás con un ínterim, el del mandato de José María Fidalgo en esta última fuerza sindical-.
Alfonso Guerra, vicepresidente del Gobierno, si bien ante la huelga de 1988 defendió al Ejecutivo, a la vista del éxito de la convocatoria sindical recomendó al presidente Felipe González que se desprendiera de la línea de Solchaga -el propio Guerra y su corriente conectaban más con la línea obrerista de la UGT de Nicolás Redondo que con el social-liberalismo de Solchaga-. Pero el que terminó cayendo fue él, que dimitió en 1991 (también afectado por los avatares de su hermano Juan). Poco después, en 1994, Guerra también perdería el control del partido en favor de los renovadores. Fue justo ese año cuando Nicolás Redondo dejaría la secretaría general de la UGT.
Esta historia no estaría completa sin hacer referencia a la PSV (Promoción Social de Viviendas), la empresa que el sindicato puso en marcha para construir viviendas baratas, que quebró en el año 1993 entre irregularidades en la gestión de las aportaciones económicas de los trabajadores compradores de las viviendas. Con acusaciones de fraude y de apropiación indebida de por medio, Nicolás Redondo renunció a presentarse a la reelección al frente del sindicato. Los partidarios de Redondo cuentan que el Ejecutivo de González usó el escándalo para descabezar a UGT y sustituir su liderazgo por otro que fuera menos combativo. Hablan de que el Gobierno llegó a chantajear al sindicato, a pedirle más mesura en sus reivindicaciones a cambio de ayuda con la PSV. Pero Redondo decidió irse. No sin ruido: se despidió acusando al PSOE de derechizarse.
El sindicalista murió en enero de 2023, hace apenas dos años, con casi un siglo a sus espaldas, militante socialista y de la UGT en la clandestinidad desde 1945, personaje clave de la reconstrucción del PSOE en los años setenta, ejemplo de coherencia durante la democracia. Todo el mundo conoce las discrepancias de su hijo con el Gobierno actual de Pedro Sánchez. Pero la discreción mandó en los últimos años de Nicolás Redondo Urbieta. Nadie, salvo seguramente sus íntimos, sabe si celebró o si le apenó que el PSOE tuviera que pactar con su izquierda para alcanzar La Moncloa.
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