¿Hay menos mosquitos tigre este verano en Málaga?
Factores como las lluvias tardías de primavera y la calima histórica han podido frenar el desarrollo de estos molestos insectos
Es un comentario generalizado en la calle: ¿Hay menos mosquitos tigre este verano en Málaga? Estos insectos, incluidos dentro del catálogo de la fauna invasora ... y que producen unas picaduras muy dolorosas estaban ampliamente asentados en terrazas y jardines de la capital y la Costa del Sol. Pero, a tenor de la opinión de muchos ciudadanos, este año no es que hayan desaparecido, pero su presencia –muy llamativa, de color negro con rayas blancas– se nota menos ahora que en años anteriores.
«El verano pasado en cuanto ponía un pie en el jardín me acribillaban las piernas, pero ahora noto que casi no hay». Es el testimonio de Inmaculada Bravo, que vive en una casa en El Palo, y su opinión coincide con la de vecinos del barrio de la Victoria, Pacífico, Martiricos, Guadalmar y Carretera de Cádiz, sondeados por este periódico al respecto.
¿Realmente es así? El único dato disponible es el del plan de control que lleva a cabo el Área de Sostenibilidad Medioambiental del Ayuntamiento de Málaga, con varios puntos de trampeo, y en los que se observa el mismo número de capturas de ejemplares (de todas las especies) a nivel general que en años anteriores. Pero también es cierto que la mayoría de las trampas están situadas en enclaves muy específicos, como son el entorno del Guadalhorce y del Guadalmedina, que son proclives a la proliferación de insectos.
Anomalías meteorológicas
Aún así, en el caso concreto del temido mosquito asiático es posible que esa percepción subjetiva de muchos ciudadanos sea real. Raimundo Real, catedrático de Zoología de la Universidad de Málaga (UMA) considera que no es descabellado, como hipótesis de partida, pensar que las anomalías meteorológicas de esta primavera puedan haber impactado sobre la población de una especie que no está plenamente aclimatada al ecosistema mediterráneo. De una parte, el científico señala a las lluvias, que llegaron ya a finales de marzo, lo que, si bien ha permitido que el tigre empiece a criar, también lo ha hecho más tarde de lo habitual, después de un invierno muy seco. «Las lluvias tardías pueden estar relacionadas con una menor eclosión».
A ello se suma un factor absolutamente extraordinario, como fue la calima y los episodios de densa lluvia de barro, que quedó depositado sobre el suelo. Si bien todavía no se ha estudiado, tampoco se puede descartar que haya tenido una repercusión sobre el desarrollo de la especie.
Hipótesis de trabajo
«Lo podemos plantear como una hipótesis de trabajo, habría que comprobar si es un hecho generalizado o puntual», comenta, y añade: «Una especie invasora como es el tigre puede tener años complicados, como los inviernos fríos y secos, que no son propios de su hábitat original; y este año ha sido especial, tanto por la distribución de las lluvias como por el invierno seco y la calima, que han podido afectarle».
El catedrático recuerda que estos insectos crían en recipientes pequeños, y apunta a la posibilidad de que el barro se solidificara y atrapara a las larvas antes de volar; o incluso que la base de arcilla dejara el agua sin materia orgánica de la que alimentarse.
«Las anomalías catastróficas afectan de peor manera a especies invasoras, que no están acostumbradas. Las grandes perturbaciones definen al ecosistema mediterráneo y dificultan su establecimiento. Incluso después de décadas de asentamiento estable sufren más que las que llevan miles de años de proceso evolutivo», concluye el científico.
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