«Málaga genera muchas expectativas, pero también frustraciones»
Historias de llegadas y huidas: un nómada digital encantado de vivir en la Costa, una mujer cansada de Torremolinos y que se quiere mudar a los Montes, una familia ucraniana que se ha trasladado a Asturias y una socióloga a la que la vivienda quemó y de la que tiró su familia granadina para volverse a casa
Rocío Fajardo tiene 33 años y ya ha vivido por toda Andalucía. Nació en Granada, donde estudió Sociología. Cuando acabó la carrera, primero recaló en ... Sevilla con un contrato a tiempo parcial, luego en Huelva consiguió una sustitución a tiempo completo. Pero en la UMA le surgió algo estable y se vino: «Quedé cuarta para una plaza que salió en la Universidad de Málaga y los tres candidatos anteriores renunciaron».
En el año y tres meses que estuvo en la UMA se sintió muy bien, a gusto, pero desliza que, acostumbrada a ir andando a todas partes en su Granada natal y en Huelva, se le hicieron duras las distancias de esta ciudad. Además entró en juego el problema habitacional. Al principio estuvo yendo y viniendo desde Huelva o desde Granada y también se llegó a quedar en algún Airbnb: «Dije que no a una habitación por 500 euros en Teatinos y me arrepentí. Al final, me fui a un piso que compartía con otra persona por Santa Paula y pagaba 400 euros, aunque en negro. También puse un anuncio y me llegaban ofertas que se notaba que eran estafas. Buscando casa me entraban ganas de llorar, y eso que soy una privilegiada, porque tengo un sueldo, pero no es justo tener que destinar tanta proporción del salario a la vivienda. Además, había requisitos de los propietarios a los que no llegaba, así que no me quiero imaginar por lo que pasan otras personas…».
En las últimas semanas de trabajo en Málaga también estuvo yendo y viniendo desde Granada: «Tenía un trabajo que me permitía concentrar los días presenciales de docencia». Este ambiente que califica de «hostil» en Málaga por la situación inmobiliaria, la turistificación del centro y los problemas en la movilidad o la sensación de que ésta es una urbe «que genera muchas expectativas, pero también frustraciones», sin embargo, no fue lo determinante para que decidiera volverse a Granada, a su Universidad. «Lo más importante es que mi vida social está en Granada; ahí tengo mis amistades y mi familia. Soy hija única, mis padres son mayores y sentí la llamada de los cuidados», explica: «Si sólo tuviera que pensar en mí, podría vivir en cualquier sitio, pero ahora en Granada tengo un contrato igual que el que tenía en Málaga, pero a diez minutos de donde vivo».
«Dónde vas con el niño cuando hace calor: ¡no hay parques!»

Yuliia Melnyk y su marido Serhii son ucranianos y vivieron en Málaga, en Cruz del Humilladero, donde tenían su piso en propiedad, durante ocho años. Aquí llegaron antes de que estallara la guerra en su país. Y desde hace unos meses viven en Asturias.
«El niño –por su hijo, Javi– tiene autismo y necesita moverse. Cerca de nuestra casa no había parques, no podía sacar la bici ni el patinete sin peligro. Dónde vas con el niño cuando hace tanto calor como hace en Málaga, no hay árboles, sombras… no puedes estar todo el día en la playa», explica Yuliia, que continúa: «En 2021 viajamos al norte y nos gustó porque se parecía mucho a Ucrania. En Asturias se habla castellano, algo importante, porque no queríamos meter al niño en otro idioma, así que descartamos Galicia o el País Vasco».
Ahora el chiquillo ha aprendido a montar en patinete y corre que se las pela por un carril que discurre paralelo a un río, cuenta la madre. Ello, en el privilegiado paisaje de la antigua Cuenca Minera asturiana. «En casa tenemos un huerto y al niño le gusta mucho jugar con la tierra», agrega.
«Amigos de Málaga nos están diciendo que también van a mudarse porque allí no se pueden comprar un piso», revela. Su familia, con la vivienda, ha vivido la parte buena de su ebullición: el piso que tenían en propiedad lo vendieron en una semana. Si bien la familia se desplazó a Málaga desde Ucrania por trabajo –a Serhii, ingeniero, la compañía danesa para la que trabaja lo trasladó a la Costa del Sol hace casi una década– la cuestión laboral no es un problema para ellos. Ahora él trabaja en remoto para la misma empresa, mientras que ella, también ingeniera, teletrabaja para una empresa de Madrid. «Teniendo internet, nos da igual dónde vivir», zanja Yuliia.
«Aunque algún día me fuera, seguro que volvería»

John Alberto López Hernández es colombiano y vive en Fuengirola desde 2022 por elección. Su primer destino en España fue Zaragoza: en su país trabajaba en Vueling y en 2019 le ofrecieron trasladarse a la capital aragonesa. Tras la pandemia, cambió de trabajo. Si bien es ingeniero informático y estaba en España con un visado de altamente cualificado, le costó encontrar empleo de lo suyo: «Las empresas van a lo fácil, si entrevistan a un español y a otra persona de otro país de la que tienen que investigar su situación, cogen al español. Mi problema no era de conocimientos; es que no entendían mi visado».
Al final, Siemens le dio un puesto de trabajo. El empleo es a distancia, teletrabaja, y ésa fue la motivación para abandonar la fría Zaragoza y venirse al litoral. Sabía que quería un lugar tranquilo y pequeño para curarse del trajín propio de las dimensiones de su Bogotá natal. Y también necesitaba que tuviera un buen clima. Así que pensó en Málaga. Tampoco tuvo fácil encontrar vivienda: «Llegué a tener un excel con veinte opciones, pero al ser latinos –en ese momento estaba con mi pareja–, no nos alquilaban piso. Terminamos encontrando y ahora además puedo vivir solo en una zona tranquila de Fuengirola, que me gusta mucho», explica.
Otra de las cuestiones que valoró John Alberto López, que responde al estereotipo del nómada digital que viene a la costa a teletrabajar y disfrutar del buen clima y de la calidad de vida que da tener el mar y la montaña a un paso, es la buena comunicación de Málaga. Las oficinas principales de su empresa están en Hamburgo y en Pamplona, adonde viaja de vez en cuando, lo que dice que le resulta fácil por las buenas conexiones del aeropuerto hacia el norte. ¿Se quedaría aquí para siempre? «'Siempre' es mucho decir, pero para largo plazo, sí. Además, creo que aunque algún día me fuera, seguro volvería», zanja.
«Quiero seguir viviendo en Málaga, pero en el interior, en los Montes»

María Eugenia Delgado Robles es argentina de Mendoza y tiene 51 años. Llegó a España en 2016. Vino de vacaciones. Únicamente por tres meses. Y se quedó. Primero recaló en Ibiza, donde tiene una hermana. Pero explica: «Eso es muy pequeño, muy de temporada y muy dedicado a la hostelería. Si no tienes contactos, además, es muy difícil emprender en algo que tenga que ver con mi profesión».
Ella es arquitecta y en su país trabajaba como docente también. ¿Cómo supo, entonces, de Málaga? Hizo un curso online con una coach malagueña y ella fue quien le dijo que la Costa del Sol estaba creciendo mucho. Y eso fue lo que cambió su destino, porque en lo que estaba pensando era en abandonar Ibiza para irse a Madrid o Barcelona. «Málaga es hermosa», dice de esta provincia en la que vive desde 2019, primero en la capital y luego, en Torremolinos. Aquí ha sido, además, donde ha conocido a su pareja. Y aquí es también donde está intentando emprender con el apoyo de la formación del Polo Digital. «Mi idea es montar un estudio de interiorismo que sea sostenible tanto ambiental como socialmente y trabajar con empresas locales», afirma. Aunque ya tiene mucha vida laboral aquí: primero, en la gestión de apartamentos vacacionales y después en consultoría.
Confiesa que le cuesta vivir en Torremolinos y tener que desplazarse hasta la capital. «Quiero que mi proyecto sea online y vivir en los Montes de Málaga. Quiero seguir viviendo en Málaga, pero en el interior», asegura.
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