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La tradición de honrar a los difuntos llevando flores a los cementerios puede tener los días contados. La incineración le gana terreno a la inhumación ... a pasos agigantados y puede que dentro de unos años los entierros sean la excepción a la norma. Este cambio de tendencia ocurre en toda España, pero a distintas velocidades según la zona: no sólo influye el tamaño de la población, sino la composición demográfica y si el ámbito es urbano, costero o rural. Y en Málaga confluyen varios factores que la convierten en una avanzadilla de este cambio de costumbres funerarias: un 85% de los difuntos se incineran, frente a la media nacional que todavía es inferior al 50% (ronda el 45%, según el último informe de la patronal de funerarias, Panasef).
En lo que va de año Parcemasa (la empresa pública que gestiona los cementerios de la capital malagueña) ha realizado 3.576 cremaciones y 633 inhumaciones, según datos suministrados por el Ayuntamiento. La proporción de incineraciones ha crecido ligeramente respecto al año pasado, cuando era del 84,4%.
Esta proporción es similar a la que recoge Panasef, que sitúa a Málaga como la provincia española con el volumen de incineración más alto frente a la inhumación. «En el cómputo nacional, los entierros todavía superan a las cremaciones pero la tendencia es clara: hay un boom de la incineración. Es ya la opción dominante en las capitales de provincia y Málaga es una de las ciudades donde esta tendencia se refleja de forma más importante», afirma su secretario general, Alejandro Quinzán.
¿Por qué ocurre esto? Para Alejandro Quinzán, hay varios factores que explican esta mayor preferencia malagueña por la incineración, pero el principal es la numerosa colonia extranjera de la Costa del Sol. «Fallece mucha gente de otras nacionalidades y su preferencia casi en el 100% de los casos es la incineración por la facilidad que supone para la repatriación», explica. Según el INE, en 2022 cerca del 12% de las defunciones registradas en Málaga fueron de personas de nacionalidad foránea. Este componente internacional de la demanda de servicios funerarios se refleja en la existencia de un ramillete de compañías especializadas en tramitar la repatriación de cadáveres. «Donde más trabajo tienen estas empresas es en la Costa del Sol», apunta Quinzán.
Y es que trasladar un cadáver a otro país sin incinerar es muy costoso, tanto en términos económicos como burocráticos. Frente ello, la incineración es la opción más sencilla, puesto que la urna con las cenizas del ser querido pueden ser transportadas dentro de la cabina del avión, «como si fuera equipaje de mano», puntualiza Quinzán.
En Málaga también influye el escaso peso que representa la población rural respecto a la que vive en la capital y en la costa. Los entierros siguen siendo la tradición dominante en los pueblos pequeños, pero en las ciudades ya son la opción minoritaria.
El representante de la patronal de las funerarias descarta que el dinero sea una razón para este cambio de tendencia, a excepción del caso de los extranjeros. «La diferencia de precio entre entiero y cremación no es significativa», asegura. Según las tarifas de Parcemasa, la inhumación en nicho tiene un precio de partida de 249 euros, mientras que la incineración de un cadáver cuesta 489 euros (a estos precios hay que sumar toda una serie de servicios añadidos). «Su mayor ventaja es que tienen más libertad a la hora de decidir qué hacer con las cenizas: depositarlas en un columbario, quedárselas en casa o esparcirlas en algún lugar», apunta Quinzán.
Y he aquí un creciente nicho de negocio (valga la redundancia): la creación de espacios naturales donde, previo pago, las familias pueden depositar las cenizas del fallecido. Parcemasa, por ejemplo, habilitó el Jardín del Recuerdo, un «espacio donde las familias eligen un árbol entre ejemplares existentes o de nueva plantación, y depositan las cenizas de su ser querido». El coste: 1.800 si el árbol es nuevo o 1.000 si ya existía. A ello habrá que sumar 20 euros anuales por mantenimiento y 150 euros de inscripción si se desea. Ya hay alrededor de medio millar de difuntos que reposan en este lugar. La especie más demandada, por cierto, es el olivo.
El último informe de la patronal de las funerarias refleja otra tendencia: las ceremonias laicas ganan peso poquito a poco frente a las religiosas, aunque éstas siguen siendo muy mayoritarias: estaban presentes en el 84% de los servicios funerarios el año pasado. En Málaga los funerales civiles son incluso más minoritarios: en Parcemasa se han celebrado 37 en lo que va de año, apenas un 1% del total de funerales.
Sin embargo, Quinzán anticipa que esta fórmula sí está creciendo claramente en las grandes capitales, acercándonos al modelo anglosajón. «Se demandan ceremonias cada vez más personalizadas, donde se pone la música que le gustaba al difunt, hablan sus seres queridos y se hace una celebración de lo que fue su vida», explica el portavoz de Panasef. Esto ha traído el surgimiento de una nueva profesión dentro del sector funerario: la de maestro de ceremonias, que es la persona que oficina estos homenajes laicos. «Cada vez son más las personas que dejan escrito cómo quieren que sea su despedida», añade. Dentro de los ritos tradicionales también se perciben cambios: por ejemplo, en las zonas urbanas se está perdiendo poco a poco la costumbre de velar durante toda la noche al difunto.
Hay una tradición funeraria muy española que sí sigue plenamente vigente: la de los seguros de decesos, o de los muertos, como popularmente se conocen. «Son una singularidad de nuestro país: no existen en otros lugares», apunta Quinzán, que afirma que el 70% de los servicios funerarios que se prestan en España vienen avalados por una póliza de decesos.
El portavoz de las funerarias pone en valor la repercusión económica de su sector, con 1.679 millones de euros facturados en España en 2023 y casi 13.000 empleados. «Somos un sector que trabaja de forma muy discreta pero ahí estamos, creando un empleo muy estable», apunta. Y es que si algo caracteriza el negocio funerario es su estabilidad: nada más seguro hay en la vida que la muerte. Eso sí, dentro del año hay fluctuaciones de actividad marcadas por los momentos de mayor mortalidad, que están ya muy estudiados: entre enero y febrero, por la gripe, y en verano cuando hay olas de calor.
El coste de la vida sube y el de la muerte también. El Ayuntamiento viene preparando en los últimos meses una ordenanza que incluirá una «actualización» de las tarifas de Parcemasa: la subida alcanzará un 5,7% después de que lleven congeladas desde 2012, periodo durante el cual los gastos se han disparado un 24%, según la empresa municipal. A ello hay que sumar las inversiones: se han puesto en marcha seis nuevas tanatosalas, un nuevo edificio de coordinación de servicios, una sala para ceremonias laicas, una clínica de psicología sanitaria para la atención al duelo, un Jardín del Recuerdo, un cementerio de animales de compañía o un parque fotovoltaico sobre los nichos del cementerio de San Gabriel.
¿Cuánto valdrán las sepulturas? Un nicho para cinco años tendrá un precio de 249,30 euros. A 25 años, con compañía de seguros, 738,35. A 50 años, desde 1.346,15 en función de la fila. Un osario a 50 años, 525,70, lo mismo que un columbario por ese tiempo también. Por su parte, una tumba para medio siglo de eternidad, costará 2.548,70. Pero si ya lo que se elige es una fosa familiar por cinco décadas, la cosa sube a 3.145,50. Si queremos, por último, una parcela de panteones para 50 años, la pagaremos a 1.251,10 el metro cuadrado. A estos precios hay que añadir el coste del servicio de enterramiento, que oscila entre los 263,39 de una inhumación en nicho a los 360,86 si es una tumba, los 415,67 de una fosa familiar o los 533,18 de un panteón. Si, en cambio, se opta por la cremación (como ocurre en el 85% de los fallecimientos), el coste será de 548 euros. El alquiler de las tanatosalas costarán entre 156,75 y 400 euros según del tipo que sean, y por un periodo de 24 horas (las horas extra se pagan aparte).
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