Así funciona la 'sextorsión' o cómo engañó un policía a los ciberdelincuentes
Un policía malagueño del Grupo de Ciberdelincuencia se hizo pasar por un hombre interesado en conocer a una chica y grabó un vídeo
Dice ser Aurelie, de 26 años, soltera y sin hijos. Una cajera de supermercado «sociable y dinámica» a la que le gusta la música y ... que busca a un compañero de «aventuras». La solicitud de amistad es tentadora. «¡Chatea conmigo para verte! Mi dirección de Skype es aurelie.lemoir55». La imaginación se desata. ¿Cómo será? El vídeo no defrauda. Al otro lado hay una chica muy guapa en ropa interior.
Para conocer la dinámica de la 'sextorsión', un policía malagueño del Grupo de Ciberdelincuencia se hizo pasar por un hombre interesado en conocer a Aurelie y grabó un vídeo. El agente se ocultó tras el nombre de José García, un hombre «casado y con hijos» que intenta «entretenerse» un rato en el trabajo. «Estoy en mi habitación medio desnuda. ¿Te gustaría ver?», le pregunta Aurelie en un torpe español tras seis minutos chateando. «Me encantaría, pero hay gente en la oficina», responde él.
Tras convencerlo de que se vaya a la ducha con el móvil, abren una conversación de Skype, sin audio. Aurelie se presenta como una chica morena. Está en ropa interior. Empieza a desnudarse. El agente busca un vídeo de un hombre practicando sexo para provocarla. Y Aurelie cae en la trampa y cree haber cazado a su víctima. «Quiero ver tu cara», repite hasta en 12 ocasiones en el chat.
Cuando logra ver la cara del que cree su interlocutor, Aurelie, 22 minutos después, muestra su verdadero rostro: «Así que señor José García... Te doy dos segundos o te juro que empiezo a publicar su vídeo [la transcripción no es literal para facilitar la comprensión; los mensajes están escritos en un español muy burdo]. Estoy decidido a pudrir su vida para que sea una vergüenza, un desastre, un infierno en la tierra». Porque Aurelie no existe y la joven que aparece en las imágenes ni siquiera es parte del plan; es sólo un vídeo de una webcamer (personas que se desnudan o practican sexo ante la cámara por dinero) sacado de Internet, pero te hacen creer que interactúan contigo.
Para que la víctima vea que la amenaza es real, el ciberdelincuente le envía un enlace de Youtube con el vídeo que le acaba de grabar. «Yo soy el diablo, nunca se puede escapar de mí, si tratas de jugar duro y huyes, te arrepentirás toda la vida», insiste Aurelie, al tiempo que amenaza con compartir el vídeo con todos los contactos de José, que suplica: «No, por favor. ¿Qué quieres? No publiques eso...». Aurelie pone precio al chantaje: «Yo quiero que me pague una suma desde 750 euros han llegado a pedir hasta 7.000 para que no distribuya el vídeo». José trata de convencerla: «Tengo poco dinero, sólo 100 euros. ¿Por qué me haces esto?». José García (que es en realidad el policía) ofrece 150 y cierra el trato. Aurelie le da sus datos personales y la dirección a la que debe enviarle el dinero: un locutorio en Abidjan, la capital financiera de Costa de Marfil.
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