España no se va a romper, España ya está rota
Es recurrente llamar la atención de que España corre el peligro de romperse, cuando la realidad es que territorialmente sigue unida, aunque socialmente ya está ... rota. La investidura de Pedro Sánchez ha servido para que se visualice que hay dos Españas. Los partidos han pasado de ser adversarios a ser enemigos. Y eso además de peligroso es muy triste. Cuesta trabajo creer el ambiente en el que se han desarrollado las dos sesiones en el Congreso de los Diputados, que ha tenido que ser blindado ante el temor de altercados que afortunadamente no se han producido. Un presidente que tiene que entrar por la puerta de atrás. Todo es disparatado. Se suceden las concentraciones ante la sede del PSOE en Ferraz, donde los radicales han encontrado la gasolina para prender la convivencia. Sánchez se ha metido en un laberinto del que ya no va a poder salir. Las concentraciones en las calles se van a ir sucediendo y lo último que necesita un país es vivir en un permanente estado de convulsión. El problema es que Sánchez no es un líder para gobernar un país. Y no lo es porque ha elegido contentar a la mitad del mismo. Así de claro. Se ha erigido en el arquitecto que ha levantado el muro contra los que no piensan como él o como los independentistas. No se ha presentado para defender un proyecto, sino como el mal menor para parar a las derechas. Apenas se ha hablado de medidas de gobierno cara a los cuatro años, sino de amnistía y de su posible constitucionalidad. Cuando en una ley se dedica tanto espacio a defender que es constitucional es que no se tiene muy claro que lo sea. Es inaudito que haya una exposición de motivos en este sentido y que sin embargo obvie el verdadero fin, pese a lo extenso que es el preámbulo, y que no es otro que la compra de siete votos de Puigdemont. ¿Serán los magistrados del Constitucional los únicos del país que no sepan que esto no se hace por el interés general, sino por el particular de Sánchez? Veremos. Es muy triste empezar una legislatura con toda la judicatura en contra clamando por el fin de la separación de poderes. Es raro encontrar un colectivo que no se haya pronunciado contra la amnistía, la que según la propaganda oficial persigue la convivencia. Hay que exceptuar a los sindicatos, de los que no se esperaba otra cosa, la verdad sea dicha. España va a entrar en una época ominosa, donde el Gobierno no va a ser controlado por el Parlamento, sino en una sala bajo el cuadro que recuerda los días gloriosos del procés, toda vez que a nivel penal se va a establecer que aquí no ha pasado nada, sino que todo ha sido fruto de los malvados jueces y fiscales que se dedicaron a perseguir unas ideas políticas. Todo borrado, como hizo el franquismo con sus peores crímenes. Quién sabe si habrá que elaborar en el futuro una ley de memoria histórica para contrarrestar la amnesia legal que se quiere imponer. Sánchez tiene que aprobar cada mes la oposición ante el tribunal de la inquisición catalán. Y además va a estar monitorizado por un relator internacional. ¡Y temíamos a los hombres de negro! España, intervenida desde el extranjero. ¡Quién lo iba a pensar! Pero a día de hoy ya no hay salida. El Congreso se ha convertido en un garito donde se ven todo tipo de personajes muy alejados del decoro que debe exigirse a una distinguida señoría. Abascal se comporta como un matón barato que hincha el pecho y que da la espantada a la mínima de cambio. Sánchez tiene ademanes de chulángano que se cree gracioso y que en realidad es un malapipa. Feijóo, que estuvo fino con su ironía, al final la pifió, por querer ridiculizar al presidente del Gobierno por una cita que se le volvió en contra. La cultura rápida en dos clics de Google trae eso. Es triste también que media España hablara en boca de Ayuso cuando musitó que le 'gusta la fruta' y que la otra media la hiciera en boca de Sánchez cuando la llamó corrupta desde la tribuna de oradores, pese a saber que se archivó la denuncia contra ella. Es descorazonador que los indepes humillen a Sánchez mostrando una actitud chulesca. El problema es que este odio entre los políticos ya ha saltado a las calles, por donde el presidente del Gobierno y muchos líderes socialistas no pueden pasear con tranquilidad. Llegado a este punto hay que reflexionar y para ello es bueno echar mano de este principio ideado por Tomás de Aquino en el siglo XIII: la causa de la causa es causa del mal causado. Que cada uno saque sus propias conclusiones...
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