Damián Vázquez: «Dependemos tanto del móvil que, si lo apago, en un día se me viene el despacho abajo»
El letrado malagueño de la Asociación Defensor del Paciente, apodado por sus compañeros como 'azote del SAS', se confiesa como un adicto al trabajo y una disfrutón de la buena gastronomía
Damián Vázquez, conocido en los pasillos de los juzgados malagueños como el 'azote del SAS', se considera un adicto al trabajo y reconoce que le ... cuesta cortar para dedicarse a sí mismo y a los suyos. Quizás, de no haber estudiado Derecho, hoy representaría a los malagueños en alguna institución pública, aunque se alegra del camino que ha tomado porque, como asegura, la palabra 'defensor' va en su ADN.
–¿Se le ha subido a la cabeza que le llamen 'azote del SAS'?
–Para nada, aunque lo llevo con mucho orgullo. Me hace gracia cuando me lo dicen los compañeros o me encuentro algún cliente y me reconoce así. Lógicamente, tengo que decir que respeto la labor de Servicio Andaluz de Salud (SAS), pero es cierto que cada vez nos llegan más reclamaciones porque, desgraciadamente, la sanidad pública no atraviesa su mejor situación, con listas de espera y demoras interminables, casos de negligencia médica, etc.
–¿Siempre tuvo claro que lo suyo era vestir toga?
–¡Qué va! Fue en COU, cuando estudiaba en San Estanislao de Kostka (El Palo). Estaba en la edad en la que tenía que tomar la decisión de hacia dónde iba a dirigir mi andadura profesional, y después de muchas vueltas me acabé decantando por el Derecho. Y gracias a Dios, porque estoy muy satisfecho de mi profesión y de la labor que hacemos los abogados en defensa de los derechos y de los justiciables. Y, en mi caso, de los pacientes.
–Si no hubiera estudiado Derecho, ¿qué habría hecho?
–No me lo he planteado, yo creo que algo en lo que pueda ayudar a los demás... Político, quizás, pero no sé si tengo el perfil. Igual, me alegro de no haber escogido ese camino porque me da que, o acabas en problemas, o te los buscan.
–¿Cómo le dio por especializarse en el ámbito sanitario?
–Fue una cosa que vino y que me ha acabado apasionando. Me colegié en 1992 y desde el principio tuve claro que quería tener un despacho propio... no iba conmigo lo de depender de una administración pública o una empresa. Al poco de empezar me empezaron a entrar los primeros asuntos sanitarios y, de llevar los casos, terminé con una súper especialización en este ámbito y en reclamaciones de negligencias médicas. Al poco ya contactó conmigo la presidenta de la Asociación Defensor del Paciente, Carmen Flores, una mujer muy luchadora que perdió a su hijo por una negligencia médica. Y hasta ahora. Tengo la suerte de que, tras 33 años de ejercicio, nunca me he arrepentido. La palabra defensor la llevo en el ADN.
–Me imagino que, al estar en contacto con tantos dramas, uno aprende a tomarse la vida de otra manera. ¿Es así?
–Totalmente. Al final, aunque suene manido, la vida es aquí y ahora. Uno nunca sabe si en cuatro meses te pueden diagnosticar algo grave o qué puede pasar. He visto muchos asuntos de pacientes que van a urgencias por algo que, a priori, no parece tan grave, y por un motivo u otro, nunca sale. Eso te da otra filosofía a la hora de disfrutar de la vida, de la familia y los amigos, aunque a veces nos metamos en la vorágine del trabajo y nos cueste parar.
–¿Se considera 'workaholic'?
–Se puede decir que soy un adicto al trabajo, de pasar jornadas de sol a sol en el despacho y de llevarme luego el trabajo a casa y los fines de semana. Eso afecta a mi conciliación familiar, claro, pero es verdad que siempre hay imprevistos, temas que hay que ir dándole salidas o demandas que son complicadas y que requieren de mucho tiempo, y lo tengo que sacar de donde sea para ir apagando fuegos. Si fuera más inteligente, sabría separar mejor la parte laboral de mi vida personal. Sé que es algo que hay que hacer, pero también es verdad que disfruto mucho de esta profesión y que, al final, cuando son casos sensibles y que afectan a otras personas, cuesta dejarlos de lado para dedicarse a uno mismo.
–¿Qué pasaría si decidiera apagar el móvil un día entero?
–Pues que sería una locura por la cantidad de llamadas o de mensajes que tendría que contestar luego. La vida moderna es que te ataca por todos lados y nos hemos acostumbrado a eso: al WhatsApp, que es súper intrusivo y requiere respuestas rápidas; a los miles de emails y notificaciones de juzgados; las llamadas… La verdad es que dependemos tanto del móvil que, si lo apago, en un día me viene el despacho abajo. Por suerte cuento con un equipazo y los abogados tenemos la ventaja de que a veces somos nuestros jefes, pero la desconexión con este trabajo es cada día más complicada.
–Sé que tiene su lado disfrutón, ¿qué le gusta hacer en sus ratos libres, aunque sean escasos?
–Nada del otro mundo, disfrutar del tiempo con mi gente. Una buena cerveza o vino con mis amigos o mi familia, hacer escapadas y viajes… También soy un apasionado de la gastronomía. Lo de disfrutar de una buena comida, para mí, es de los mejores placeres.
–¿Qué sitios nos recomendaría para comer?
–En verano me encanta ir a Caleta de Vélez, a restaurantes como Chinchín o El Saladero. Por el centro de Málaga también hay muy buena calidad. Para comer sushi me gusta mucho Óleo, que estaba en el CAC y se nos va para calle Córdoba; o Palodú, que estuve hace poco y probé el menú degustación... espero que sea la próxima estrella Michelín. La ciudad se está situando muy bien como referente gastronómico, además de turístico. Y todo tiene su lado bueno y su lado malo, ¿no? Los que tenemos el despacho por el centro lo vemos con esta turistificación, que no sabría decir hasta qué punto es tan boyante.
–¿Tanto ha cambiado todo?
–Una barbaridad. Estamos perdiendo un poco el ADN de Málaga, que ahora está de moda y todo el mundo quiere venir. Eso es una buena noticia hasta que ves también que la convivencia se va mermando y va afectando al malagueño de a pie, o que los sitios de toda la vida tienen que ir cerrando. Yo me acuerdo de antes, que entre semana no había nadie por aquí, y ahora es que no se puede entrar a los sitios porque está todo abarrotado. Dicho sea de paso que se está quedando una Málaga preciosa, pero hay que buscar un equilibrio.
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