Ahmed Khalifa, presidente de la Asociación Marroquí para la Integración de los Inmigrantes
«La convivencia en Málaga es buena, pero lo de Torre Pacheco puede pasar aquí»Reflexiona sobre los niños y jóvenes de segunda generación: ser iguales en clase y que la población los siga considerando diferentes les genera crisis de identidad
Cuando se desató la violencia racista en Torre Pacheco (Murcia) la Asociación Marroquí para la Integración de los Inmigrantes lanzó un comunicado de condena y ... denuncia que además recopilaba muchos datos sobre el aumento de los delitos de odio. En esta entrevista, el presidente de la organización en Málaga, Ahmed Khalifa, analiza cómo el discurso xenófobo de la ultraderecha ha prendido la mecha de los violentos, que, advierte, puede encenderse en cualquier sitio, también en Málaga.
–¿Qué pensó cuando Vox dijo que quería expulsar a ocho millones de personas del país, a los migrantes y a sus hijos?
–Al principio me reí, porque es una chorrada más de Vox. Pero luego pensé en cómo esta gente continúa elevando el nivel de un discurso que va calando. Y esto ha calado muchísimo. Ésta es una de las cosas que ha llevado a los grupos de la ultraderecha a atacar a los inmigrantes en Torre Pacheco. Estos mensajes de odio los llevamos escuchando desde hace mucho, pero ahora la extrema derecha ha elevado el tono y sus milicias ya han salido a la calle a atacar a los inmigrantes. Esas milicias ya tienen un colchón ideológico porque los ideólogos de lo que sucede en Torre Pacheco están en la política, no sólo son los youtubers de la extrema derecha. Normalizan el discurso, lo organizan, lo ordenan y han elegido cuándo lanzarlo. Hay una sensación de impunidad enorme que hace que estos grupos se sientan libres de atacar a los inmigrantes. La intervención de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado en Torre Pacheco los primeros días ha sido floja. Ahora con la Fiscalía abriendo diligencias a Vox en Murcia, pueden comenzar a pensárselo un poco más. Pero lo que necesitamos realmente es que los grupos de la Guardia Civil, especialmente el grupo especializado en delitos de odio, pongan mecanismos para identificar y detener, porque hasta que no haya detenciones y la gente lo vea, la extrema derecha lo vea, no van a abandonar la calle. Este no es el modelo de convivencia sano. Nos recuerda a los viejos tiempos que nos contaron en la historia.
–Para luchar contra el racismo se argumenta que los inmigrantes aportan mucha riqueza a España. ¿Por qué no funcionan estos mensajes?
–Porque los mensajes que lanza Vox o la ultraderecha no son racionales, son emocionales, y llevan a que las personas no piensen, sino a que reaccionen de forma automática. Vox o cualquiera de estos grupos no te van a dar datos, porque con ellos pierden, porque no tienen razón. Ahora han aprovechado la agresión que ha sufrido Domingo –el hombre agredido en el pueblo de Murcia– para señalar a los inmigrantes, como si todos hubieran ido a por Domingo. Quieren que la gente piense que como han pegado a Domingo hay que echar a todos los inmigrantes. El problema es que esto da votos. Y ahora el PP intenta competir y quitar un puñado de votos al partido de la extrema derecha. El mensaje de Feijóo de que los inmigrantes que no se adaptan no tienen cabida en el país es poco responsable. No es el momento de decir eso aunque se piense. Ahora hay que lanzar mensajes de calma, de convivencia. Tenemos a personas en Torre Pacheco, españoles también, con miedo. Si un niño marroquí en Torre Pacheco no puede salir a la calle es que hemos fallado todos como sociedad. Cuanto más señalen a los inmigrantes, más nos olvidamos de que la culpa no es de ellos, sino de los políticos que no han creado las estructuras necesarias.
–¿Cómo se combaten los bulos sobre las 'paguitas' que se llevan los inmigrantes o las conspiranoias como la teoría del reemplazo que habla de una cultura occidental en peligro?
–Es muy difícil. Hace dos años el Foro de Integración Social de los Inmigrantes hizo una comparación entre las redes sociales de los grupos de ultraderecha y las de las ONG y entidades que trabajan por la convivencia y hay una diferencia abismal. La ultraderecha tiene una fuerza muy grande en las redes, sus mensajes se hacen virales en muy poco tiempo. Ahí es donde ganan la batalla. La mayoría de las personas ven el mensaje y se lo creen y relacionan inmigración con delincuencia y piensan que nos quita los puestos de trabajo.
«Los niños de segunda generación son iguales en clase, pero una vez fuera, la población les considera diferentes, e incluso sus propios compañeros de clase, al llegar a cierta edad, los empiezan a rechazar»
–¿Cala porque hay algo que subyace en la conciencia de rechazo al diferente o porque no hay convivencia de verdad, porque no nos conocemos?
–Una clave de la integración en la sociedad es la creación de espacios de encuentro, porque ahí es donde realmente interactúas y conoces al resto del vecindario. Pero educar en los valores de la igualdad y la fraternidad también es muy necesario. Nosotros hacemos programas de sensibilización y funcionan muy bien y los resultados se ven inmediatamente. Pero sí que es verdad que fuera, en la calle, hay un ambiente que considera a los inmigrantes de segundo nivel; es un problema que están sufriendo los niños de segunda generación: son iguales en clase, pero una vez fuera, la población les considera diferentes, e incluso sus propios compañeros de clase, al llegar a cierta edad, empiezan a rechazar a Fátima y a Mohamed porque sus padres son de fuera y ahí empieza el problema psicológico de los niños de segunda generación, porque eran, son, de aquí de toda la vida y de repente sienten que no. Por eso, hay dos claves: la educación y conocer a las personas inmigrantes y darse cuenta de que somos iguales; pueden tener una lengua o un acento diferente, pero al fin y al cabo son personas.
–España lleva décadas recibiendo inmigrantes de muy diversos orígenes. ¿Por qué no ha resuelto esto ni tampoco que las instituciones, el Congreso, sean un espejo de la diversidad del país?
–En España nunca hemos tenido una política de Estado de inmigración. Siempre hemos tenido normas que ordenan la entrada y salida de los migrantes, la ley de extranjería, del Ministerio de Interior, que es bastante dura y lo que hace es poner controles. La inmigración se está usando para captar votos, y cuanto más duro se es con los inmigrantes, pues más votos se sacan. Las autonomías no pueden generar un modelo y a nivel municipal, que es donde se tiene que trabajar mucho y a fondo, no se está haciendo porque sus recursos son bastante limitados y tampoco quieren trabajar estos temas. En Málaga sí tenemos un área que se llama así, pero en otros ayuntamientos, la palabra ha desaparecido y esta política la meten en servicios sociales. Y éste es un gran error: los servicios sociales tratan los problemas sociales de las personas, pero la inmigración, la interculturalidad, no es un problema, sólo necesita gestión.
«Nos preocupa el crecimiento del número de inmigrantes en Palma-Palmilla por el alquiler, porque los migrantes que estaban en el centro lo han tenido que abandonar y se han ido a la Palmilla, que es donde pueden encontrar piso o se les puede aceptar como vecinos»
–¿Cómo califica la convivencia en Málaga?
–Aquí tenemos, afortunadamente, una convivencia bastante buena. No tenemos un barrio que podamos considerar gueto, pero sí es verdad que nos preocupa el crecimiento del número de inmigrantes en Palma-Palmilla por la vivienda, porque los migrantes que estaban en el centro lo han tenido que abandonar y se han ido a la Palmilla, que es donde pueden encontrar alquiler o se les puede aceptar como vecinos. Pero incluso ahí no hemos tenido problemas más allá de los normales de vecindad, pero no de una comunidad contra otra. También es cierto que hay una seria separación: van por un lado los gitanos, por otro los marroquíes y por otro los payos, cada uno en su espacio.
–¿Cómo vive la comunidad migrante malagueña lo que está sucediendo?
–Hay una calma tensa, muy, muy tensa. Hay miedo a que esto pase aquí. Ya no tenemos otras conversaciones que no sean la situación de Torre Pacheco.
–¿Teme que en Málaga pueda suceder algo como lo de Torre Pacheco?
–Sí, sí, eso puede pasar. Puede pasar algo en Palma-Palmilla y de repente lleguen grupos de extrema derecha de Cádiz, de Granada... Tenemos una convivencia pacífica ahora, por supuesto. Buena, la podemos llamar buena, pero no estamos exentos de que pueda pasar algo aquí.
–¿Qué siente usted y las personas a las que atienden en esta organización cuando ven las imágenes de Torre Pacheco?
–La verdad es que me pregunto '¿qué estará pensando la gente de esto?'. A la gente le tiene que dar vergüenza ver que hay personas así. También me siento dentro del grupo de los que pueden verse atacados y me pregunto si la gente puede admitir algo así, que haya personas que vayan a por otras porque hablan o rezan diferente.
–En Estados Unidos vemos redadas, pero conducidas por un Gobierno. Aquí son voluntarios.
–El mensaje de Trump está calando. Nuestros políticos de Vox están siguiendo lo que hace Trump: éste habla de deportaciones y a continuación lo hace Abascal. Trump ha blanqueado este discurso, ha dado luz verde a que se difunda.
–¿Una política de Estado anti-inmigración como la de EE UU es posible en España?
–Es posible, muy posible. Lo estamos viendo en Murcia: han cerrado centros de menores porque lo ha exigido Vox. Han atacado o han parado las subvenciones relacionadas con la violencia de género o a las ONG relacionadas con temas de igualdad, LGTBi o inmigración. Llegará el momento en que Vox gobierne alguna autonomía, y creo que será en breve, y cuando suceda, será bastante duro para las personas inmigrantes. A veces Vox decide salirse de los gobiernos de coalición por conflictos con este asunto y porque al final les interesa estar fuera porque así cuando vuelvan creen que tendrán más fuerza.
–Parece que quieren ser antisistema. Entonces, ¿que el Estado sea duro con el racismo puede fortalecerlos?, ¿detenciones ahora serían contraproducentes?
–Están ahora en un nivel de impunidad tan grande que no puede continuar. Tiene que haber detenciones para que la gente de a pie sepa que esto es un delito. La gente debe saber que si se une, lo está haciendo a un grupo delincuente. Lo malo es que la Fiscalía se siente bastante atada para demostrar cuándo se producen delitos de odio.
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